lunes, 5 de enero de 2009

LOS REYES MAGOS.


Ocurre que ya no nos sentimos niños. Nos pasa que nuestra noche de Reyes ya pasó, y nos sentimos que esto no es para nosotros, ni nada tiene que decirnos. Recordamos, eso sí, esa noche como mágica, pero lejana en el recuerdo de un pasado infantil y sin ninguna referencia para nuestra actual vida. No nos sentimos interpelado, pues no somos niños. Es la hora y la noche de nuestros hijos y a nosotros nos toca hacer de Reyes, pero nada más. ¡Son cosas de niños!, decimos.

Sin embargo, lo primero que tenemos que recordar es, que el SEÑOR, ese niño que hoy recibe regalos, nos llama a ser como niños para entrar en su Reino. Y ser como niños no significa volver a sentir el deseo mágico y ilusionante de una noche de Reyes, sino sentirnos interpelados y tocados en nuestras actitudes vitales de hoy. Hoy, como ayer, el SEÑOR nos habla desde su cuna de niño y a través de esos personajes que nos parecen sólo mágicos y nada más.

Es una noche para estar atentos y acompañar, abajándonos, juntos a nuestros hijos, para sacar luz que nos alumbre y conduzca, como a los Reyes, por el camino de la auténtica y verdadera Estrella. Es una noche para, detrás de los regalos e ilusiones, descubrir la ruta, que a lo largo del año que acaba de comenzar, nos conduzca al auténtico portal de Belén del próximo año.

Estos Reyes Magos tienen muchísimas cosas que enseñarnos, sobre todo al hombre moderno, tan contaminado de racionalismo, pragmatismo y materialismo. El hombre de hoy exige argumentos palpables, empíricamente cuantificables y “seguros” para poder dar un paso hacia adelante, sobre todo cuando se ven comprometidas sus decisiones vitales. Pero estos personajes de Oriente, sin haber recibido el don de la fe monoteísta del Pueblo elegido ni la esperanza en un Mesías Salvador como lo entendía Israel, sin pruebas contundentes y científicamente verificables, se ponen en marcha hacia lo desconocido, siguiendo la luz de una estrella.


Para la mentalidad del mundo, esos hombres serían unos pobres ilusos, unos simples “soñadores” o unos aventureros a ultranza. Sin embargo, ellos seguían la estrella de una fe, en la que descubrían mucho más que un dato astrológico; para ellos, ése era un lenguaje divino, un signo trascendente que hablaba directamente a sus corazones y los invitaba a buscar a ese “Rey” de los judíos, que ellos intuían como el Mesías esperado de los pueblos. Seguramente conocían las Escrituras y en esa señal del cielo descubrieron la voz misma de Dios que los llamaba a buscarlo.

¿Cuántos de nosotros somos capaces de descubrir en una “estrella” –que pueden ser las mil circunstancias de cada día: un encuentro, una noticia alegre o desagradable, una enfermedad, etc.— a través de la cual nos habla Dios nuestro Señor y nos revela su voluntad santísima sobre nosotros? ¿Y cuántos tenemos el valor de seguir esa estrella, aunque eso nos exija romper nuestras seguridades demasiado “humanas” y terrenas, confiar en la voz de Dios y ponernos en camino –como los Reyes Magos, como Abraham, como la Santísima Virgen— “hacia el lugar que Él nos mostrará”? ¿Por qué no dejarnos guiar, también nosotros, por esa “estrella” de la fe?

¡Ojalá que también nosotros tengamos el valor de seguir la estrella que Dios nos manda! Pero, ¡atención!, porque esa estrella puede también ocultársenos de cuando en cuando, como les pasó a los Magos. Y es entonces cuando necesitamos de una fe todavía más grande y fuerte para seguir caminando, a oscuras; es decir, aunque no vemos ya casi nada, aunque no sepamos por dónde nos conduce Dios, aunque no comprendamos por qué nos trata de una manera o de otra –por ejemplo, cuando permite un gran sufrimiento moral, una desgracia personal o la enfermedad de un ser querido—.

A veces no vemos la estrella. Pero es preciso seguir confiando. Ella sigue allí, arriba, en el cielo, aunque de momento no la veamos. Ya reaparecerá. Es la seguridad de Dios la que ha de impulsarnos a continuar hacia adelante, hasta llegar al lugar en donde se encuentra el Niño Dios junto con su Madre santísima y san José. Pero también en este momento necesitamos la fe, para descubrir en ese Bebé recién nacido al Hijo de Dios, encarnado para redimirnos.

No pensemos en un Mesías poderoso, en un palacio adornado de oro y marfil, rodeado por miles de servidores… No. Es un Mesías pequeñito, humilde, pobre, indefenso. ¡Y ése es Dios! También se requiere la fe para descubrir a Dios en las cosas pequeñas, en un niño pobre, en un mendigo, en un hombre que sufre, en un borrachito, en una pobre prostituta… Dios se esconde entre esas pajas humanas y es su modo de actuar, tan inaudito e insospechado para nuestra mente humana.

Y, una vez ya en la gruta de Belén, postrémonos ante el Niño Dios para adorarle y ofrecerle nuestros regalos, como los Reyes Magos. Ellos le ofrecieron: oro, el regalo propio de los reyes; incienso, oferta tributada sólo a Dios; y mirra, don ofrecido al Hombre verdadero. Ellos le llevaron el regalo más preciado de su tierra de origen. También nosotros ofrezcámosle al Niño lo mejor de nuestra alma: el oro de nuestro amor, de nuestra fe y confianza en Él; el incienso de nuestra piedad y adoración; la mirra de nuestra obediencia y humildad. ¿Qué les vas a regalar hoy al Niño Jesús? ¿Cuál va a ser tu oro, tu incienso y tu mirra?

4 comentarios:

  1. Ahhhh, claro que nos volvemos niños esperando a los Tres Reyes Magos, es algo inexplicable pero ya uno lo espera con ansias.
    En estos momentos yo le pediría a los Reyes Magos toda la paz y el diálogo posible, y que pase la atroz guerra en el Medio Oriente.
    Un abrazo.

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  2. Es un buen regalo recibir tu comentario. Espero y deseo estés bien y hayas tenido felicies Reyes. Claro, indudablemente que es precioso conservar la pureza y la ilusión de ese día que nos trae recuerdos imborrable de nuestra niñez, pero, desde nuestra fe, debemos esforzarnos en mirarnos interiormente e interpelar nuestras actitudes y camino.
    Un fuerte abrazo.

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  3. Hola., te devuelvo la visita tan calida y me sorprendo por las coincidencias, sera un placer seguirte y eso hare,cariños.

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  4. Es un placer recibirte en mis blogs y compartir tus opiniones y juicios que, sin duda, enriqueceran y ayudaran a fortalecer más mi camino.
    Un abrazo en CRISTO.

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