domingo, 8 de marzo de 2009

DEL DESIERTO A LA MONTAÑA.


El camino de conversión supone cambio y todo cambio exige movimiento y actividad, que a su vez llevan consigo un esfuerzo y mortificación. Nada pasivo, quieto, acomodado y establecido puede ser objeto de cambio, y lo que no cambia permanece igual. Sí nuestra condición original es pecadora e imperfecta, nuestra tendencia natural sería salir de esa situación y tender a la perfecta, o lo que es lo mismo, a la santidad, bien de suma perfección y bondad.

El atleta sacrifica muchas cosas porque quiere llegar a dominar, y no sólo dominar, sino ser el primero en realizar la prueba exigida como meta para el premio. Todo, durante la preparación y la competición, queda supeditado a prepararse y renunciar a todo aquello que le pueda distraer y perjudicar en aras de conseguir el fin deseado. Su máxima felicidad y deseo es llegar a conseguir el premio de ser el mejor y el primero.

Para un creyente, cuyo premio es la mayor y más grande meta que un ser humano puede alcanzar: "la eterna y plena felicidad", la Cuaresma representa un tiempo favorable para iniciar la marcha de preparación para encontrarse con la meta deseada que le posibilitará llegar al cumplimiento del objetivo trazado: entrar en la Casa del PADRE.
Y entrar en preparación Cuaresmal no es otra cosa que, ora atravesar el desierto, ora subir la montaña. Desierto entendido como la lucha diaria contra la sequía de los valores y las tentaciones de los vicios que los criterios del mundo trata de presentarnos. Hoy, día de la mujer, se nos quiere hacer ver que se lucha por la igualdad entre las personas de ambos géneros. Y se lanzan a la calle cientos de miles de mujeres. Y los medios se hacen eco de ellos.

Sin embargo, ¡cuanta mentira! No se puede decir más alto. Se proclama los derechos y la igualdad entre el hombre y la mujer, pero yo pregunto: ¡y los derechos de los niños? ¿Es que no son personas? ¡Que hipocresía y falsedad! Queremos ser iguales, pero, al parecer, los niños no son iguales. Y sin embargo, también llegará el día de los niños, y saldremos a la calle a decir unas cuantas mentiras más.

Porque defender la igualdad entre las personas es defender la vida de las mismas; es defender los derechos de toda persona digna, y todas lo son por el hecho de ser hijos de DIOS, nadie sino ÉL puede dar esa dignidad, es defender que todos, siendo diferentes, somos ante la ley iguales; iguales en derechos laborales, justicia, respeto, educación y vida.

Decía, dejando este paréntesis, que desierto es la lucha contra corriente ante las adversidades, no sólo de nuestro mundo, sino también de las propias. Desierto es caminar como Abrahan, muchas veces sin entender que nos pide nuestro PADRE, pero confiado que, pase lo que nos pase, ÉL nos acompaña y cuida: el SEÑOR es mi PASTOR y nada me falta.

Y del desierto a la Montaña, que también es subida dura, cansada, fatigada y sudorosa, pero que en la medida que se sube, se respira más frescor, se acerca al silencio, se aligera de todo lo que atrás se difumina y se pierde en la lejanía, se limpia y descontamina y se crea el ambiente limpio y puro que permite encontrarse con el PADRE: la oración.


JESÚS nos enseñó desierto y montaña, y ambos lugares le sirvieron para mostrarnos el sentido de la purificación, aunque ÉL estaba exento de eso, y del encuentro en oración con el PADRE. Cada entreno, cada paso y preparación para el siguiente momento, debe estar apoyado y ejercitado en el desierto y la montaña.

Todos lo atravesaron y subieron (Abrahan, Moisés, los Apóstoles..) y sobre todo JESÚS. Pasar el desierto y subir la montaña son travesías imprescindibles en nuestra vida. Están cantadas en la historia del pueblo de DIOS, en los Salmos: subidas a Jerusalén y travesía por el desierto.

Y ahora, cada día, nos toca a nosotros, confiados y llenos de esperanza y fe, caminar el desierto de nuestra vida, y subir la montaña al encuentro con el PADRE.

2 comentarios:

  1. que hermoso post Salvador, un gusto leerlo y vaya que estas cosas cuestan esfuerzo pero bien lo has dicho, la recompensa es sinigual. Y como diría mi compatriota Anthony Quin, si las cosas fueran fáciles, cualquiera las haría. Abrazos. Hilda

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  2. Así es Hilda, esa es la cruz de nuestra vida: la lucha constante de nuestra propia negación que, en voca de Pablo, hago lo que no quiero y no hago lo que quiero. Y esa es la razón de la necesidad de una Cuaresma perpetua en nuestra vida: oración - ayuno - limosna.
    Un fuerte abrazo y ánimo.

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