sábado, 30 de octubre de 2010

¿CUÁL ES LA PUERTA POR DÓNDE DEBEMOS ENTRAR?


Ante la disyuntiva de elegir lo estrecho y escabroso o lo ancho y cómodo, siempre elegimos lo segundo, porque el camino a favor de la corriente es más grato y plancetero. Y porque nuestra tendencia natural es elegir lo cómodo, placentero y fácil. Es lo que proclamamos cuando decimos que la vida hay que vivirla lo mejor que se pueda.

Pero el Evangelio nos habla en otras coordenadas, y nos invita a elegir lo estrecho antes que lo ancho, porque detrás de lo estrecho se esconde lo que buscamos: "Ser felices", mientras que detrás de lo ancho y cómodo se encuentra el vacío y la perdición.

La puerta estrecha está llena de cosas inesperadas, apuros, dolores, sacrificios, ayunos, solidaridad, esfuerzos, tristezas, estrecheces, incomprensiones, esfuerzos de comprender, de aceptar, de olvidad, de perdonar. En la medida que lo intentas y te acercas, más se complica, se oscurece, se hace difícil traspasarla y... todo se vuelve dolor y cuesta arriba. Querer traspasarla es ir contra corriente.

Por eso, se hace más agradable regresar y dejarse conducir por la puerta ancha, espaciosa, cómoda, facilona, agradable, alegre y bulliciosa, placentera, sin problemas, sin complicaciones, superficial, sin ataduras, libre para satisfacerte y no preocuparte. Es la puerta gozosa donde encuentras tus gustos y puede realizar tus egoísmos. Allí puedes poseer, tener y ambicionar todo aquello que te de felicidad.

Pero su recorrido nunca te llena, nunca te ves plenamente satisfecho. Es más, cada vez ambicionas más y, el de al lado te molesta. Empiezas por querer lo que tiene y deseas quitárselo. Tú quieres ser el primero, el mejor, el que más tenga. Sin darte cuenta vislumbras que el recorrido se te acaba. Te das cuenta que tiene un final y que vas a llegar con muchas cosas, con mucho vivido, pero que eso no te vale de nada. Ya ni te acuerdas, y de recuerdos no puedes vivir. Empiezas a encontrarte viejo y vacío. Quizás, piensas, ¡me he equivocado!

Por el contrario, el camino del pobre, sudoroso, dolorido, sufrido, penitente, aprovechado por los demás, insultado por todos aquellos que lo aprovechaban, abnegado y sólo pensando en los otros y olvidándose de él, cansado y agotado, pero siempre sintiendo algo interior que le da fuerzas, paciencia, alegría y fe, empieza a sentir en lo más profundo de su ser, Paz, y a encontrarse pleno, satisfecho, seguro y confirmando que ha elegido bien. 

No lleva nada, pero está empapado de amor, y eso le embriaga de lo mismo. Se siente feliz, alegre y gozoso, y observa una cosa muy importante: "El camino no se termina", eso dura y no parece acabar. Se dice: "¡Ha valido la pena recorrerlo!"

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