miércoles, 19 de enero de 2011

¿ES EL HOMBRE LO PRIMERO? (Mc 3, 1-6)


Se nos hace difícil aceptar la autoridad y el poder de otro. Nos cuesta, por nuestro propio orgullo que alguien llegue y nos cambie el salón de nuestra casa. Como algo innato en nosotros brota de nuestro interior el grito de: ¿Quién es este que se atreve a gobernar en mi casa? En mi casa mando yo.
Se me ocurre pensar que algo parecido sucedió en aquellos momentos. La ley, por intereses propios, como ha ocurrido siempre y hoy, prima sobre todo lo demás, incluso sobre el hombre. Pero todos sabemos que eso no es así. Una voz interior nos dice que lo fundamental es el hombre, la persona humana. Y eso lo comprobamos cuando está en juego la salud y, sobre todo, la vida.

JESÚS aprovecha una de esas ocasiones para corregirnos y señalar que el hombre es lo primero, y todo lo demás está en función de él. Y, si el hombre es lo primero, la salud, su propia vida, debe tener prioridad sobre todo lo demás, sobre la ley y sus aplicaciones. Las leyes están hechas para regular la vida y las costumbres del hombre, y también para delimitar sus ambiciones, debilidades humanas y errores, pero nunca para esclavizar al hombre según la ley.

Por ello, la propia vivencia de la vida se escapa a las leyes y normas. Nunca se podrá tipificar ni contener el hecho vivido en la ley, porque este la trasciende y está por encima de ella. Nunca la ley puede contener todas las situaciones que derivan del vivir y acontecer del ser humano. Se necesita, para darle realización, la misericordia que nos enseña JESÚS.

Por eso, la máxima de la ley de DIOS, es el Amor, porque en él está contenido todas las situaciones que el hombre pueda vivir. Con el Amor se arregla todo, se encuentra solución a todo, se justifica y se encuentra la paz a toda experiencia de vida. Con el amor todos los problemas que ahora pasan por nuestra cabeza estarían solucionados, toda parálisis económica, bélica, injusta, violenta, envidiosa, orgullosa, soberbia, injustificada...etc., estaría perdonada y en paz.

Pero eso cuesta, demanda abajarse, despojarse de orgullo, soberbia y ... Y si viene de un aparente carpintero sencillo, manso y humilde, sin poder civil, desconocido, irrelevante... ¿quién es este para actuar así, curar y perdonar en nombre de DIOS? Ayer buscaron pretextos para desoírlo, y hoy se hace lo mismo. El problema no deja de ser el mismo: la soberbia nos deja ciego, no oímos sus palabras ni vemos sus obras.

DIOS mío, que no me deje
llevar por mi soberbia y sea capaz 
de descubrirte en la humildad
de mi pobre corazón.

DIOS mío, la vida, la vida de tantos
niños inocentes, dentro del vientre
de sus madres y fuera, en las familias,
en los pueblos con hambre, en guerras..

DIOS mío, que alargue mi brazo paralizado
por la oscuridad, el poder, la
arrogancia, las riquezas y las 
apetencias que ciegan mi
mente y avivan mi 
indiferencia, para dejar
que seas TÚ quien lo
sanes y lo devuelvas
a la vida. Amén.

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