lunes, 10 de enero de 2011

A LA LUZ DE LA PALABRA (Mc 1,14-20).

Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano.

En la Eucaristía de ayer domingo, tuve la suerte de oír a mi obispo decir que la Eucaristía es una Navidad permanente. Y me encantó escucharlo porque realmente es así. Son palabras que llevas dentro de ti, pero que no acaban de nacer hasta que el ESPÍRITU pone en boca de otro para que te alumbren a ti.

Es la importancia de la comunidad, de la celebración, pero sobre todo de la Eucaristía. Porque Eucaristía es Encarnación, es el nacimiento del DIOS Niño hecho hombre, como tú y como yo, para complacer la Voluntad del PADRE, y en nosotros enseñarnos el Camino de llegar a ÉL.

Y el Bautizo, tengo que confesar que hasta hoy no me había dado cuenta, es el momento estelar, fundamental, en que el PADRE declara a su HIJO Predilecto y lo reafirma delante de todos los hombres y le envía el ESPÍRITU SANTO para que le ilumine el camino a seguir en la Misión de cumplir su Voluntad.

Y, CRISTO, su HIJO Predilecto y Amado, empieza su Misión proponiéndonos lo mismo que el PADRE le ha propuesto a ÉL: "Convertirnos y creer en el PADRE porque YO, el HIJO Predilecto, he venido, me he abajado para comunicarselos. Y YO soy la Estrella, que como a los Magos, les guiará por la senda de la salvación y vida eterna".

No ha de extrañar que Andrés, Simón, Santiago y Juan dejaran todo y le siguieran embobecidos. Muchas veces me he preguntado que hubiese hecho yo, de, por su Voluntad, haber estado allí.  Y al final he respondido que seguramente le había seguido, porque ahora, a su invitación, igual que a ellos, le digo que sí y quiero seguirle. No sé si lo dejo todo, pero quiero que ÉL sea lo primero de mi vida y la razón de mi existir. Experimento que mis fuerzas son débiles, pero confío que ÉL me hará fuerte y capaz de seguirle.

Indudablemente que me cuesta creerme que el Rey de los Cielos me invite a un pesebre, a una familia irrelevante y a un niño normal, pobre y sin apenas notoriedad salvo la de sus jovencitos padres y algunos pastores. 

Yo habría querido encontrar un Rey fuerte, rodeado de súbditos y de poder. Unos padres poderosos, influyentes, notorios, y que el nacimiento de su hijo se notara y notificara en todo el mundo. Supongo que los Magos pensarían lo mismo, pues la señal de la estrella no era algo usual y frecuente. Anunciaba un gran acontecimiento, y aquel establo y sus moradores no lo parecían.

A mí me pasa lo mismo hoy. Me invita un Rey que no tiene poder en este mundo; que no se venga de los que le rechazan y le persiguen para matarle; que ama a los que le hacen daño y le buscan para matarlo; que, incluso, les perdona, que... No entiendo nada, porque de esta forma voy a pasarlo muy mal. Sin embargo, quiero creerle, y le creo, porque detrás de todo ese Amor Inmenso y Eterno se esconde el poder Infinito del Amor verdadero y eterno.

Hay gozo cuando dices que sí, y cuando empiezas a caminar detrás de ÉL, el camino empieza a hacerse ligero, suave, gozoso, sereno, y te invade una paz plena, una suave brisa que te envuelve y te llena de gozo. No quieres volver, no quieres hacer otra cosa, sino, a pesar de las afrentas como a ÉL, amar, amar y amar, porque has descubierto que en el Amor está la fuente de la felicidad y el gozo que buscas, y para toda la vida.

Ahora entiendo a Andrés, a Simón, a Santiago y a Juan. Y también a todos los que le han seguido y quieren seguirle. A mis compañeros y amigos en el camino, a María, la siempre Virgen y Madre de DIOS y Madre nuestra por obra y gracia de JESÚS, su HIJO. 

Ahora, cuando empieza el Camino, la vida pública de JESÚS, quiero yo empezar también, junto a ÉL, el camino, mi vida pública y "convertirme" totalmente en, por y con ÉL hasta la próxima Navidad, celebrando cada día la Navidad.

TÚ sabes, SEÑOR, que quiero
seguirte, a pesar de mis
debilidades y limitaciones.

TÚ sabes, SEÑOR, que quiero ser
tu discípulo, como Andrés, Simón,
Santiago y Juan, pero no sé si podré
hacerlo también como ellos. Soy
poquita cosa, sin embargo me anima
el que TÚ hayas siempre elegidos a
los poquita cosa.

Naciste en un pesebre marginado, y
tus primeros visitadores fueron unos
pastores, los últimos de la sociedad
de aquella época. Supongo que 
hasta los Magos de Oriente se
extrañaron de que fueses TÚ, aquél
niño, el que ellos buscaban.

Pero te adoraron, creyeron en TI. La Estrella
 de tu PADRE les guió, y el ESPÍRITU SANTO
les iluminó para que entendieran. Lo mismo
le pasó al viejo Simeón, y a la vieja Ana.

Haz, SEÑOR, que yo sea otro más de esos,
que te esperan, que siguen tus pasos y
que, arrodillados, te adoro en el lugar
que TÚ has elegido nacer. Amén.

1 comentario:

  1. Una Navidad permanente... Qué bonita frase para comenzar de nuevo este tiempo ordinario. Un abrazo!

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