jueves, 20 de enero de 2011

REALMENTE, ¿QUÉ BUSCAS Y A QUIEN BUSCAS? (Mc 3, 7-12)


No cabe ninguna duda que todos buscamos la felicidad. Felicidad que se concreta en tener un buen trabajo, pero siempre si es mejor que el actual, mejor; tener una buena casa, y si puede ser mejor, mejor que mejor; tener salud, dinero, amor, pero un amor más de eros que de ágape; tener prestigio, poder y... todo aquello que nos procure bienestar, gozo y felicidad.

Y, quizás, en aquellos tiempos, como ahora, buscamos todo eso en donde creemos que lo podemos conseguir. Para muchos, contemporáneos de JESÚS, fue el propio JESÚS, y para otros muchos, en cada momento de su época, también es JESÚS. Posiblemente, ahora, buscamos resolver esos deseos en JESÚS y si no lo logramos o no vemos resultados, nos desilusionamos y nos retiramos a probar por otros lugares y en otras cosas.

Nos olvidamos de JESÚS y rechazamos lo que ÉL nos propone como fuente de felicidad y gozo. No aceptamos esa agua que ÉL nos brinda y que promete saciar nuestra sed hasta la vida eterna. Realmente es lo que queremos, pero si no lo vemos, nos decimos, no lo creemos. Y demandamos resultados más inmediatos, rápidos, gozos que nos satisfagan ahora, en este momento, y sin mucho esfuerzo, sin sacrificios, lo más cómodo y fácil que se pueda. Es la época de lo light, lo ligero, lo suave, lo que no exige ningún compromiso ni lucha.

 Así las cosas, muchos buscaran en el juego su felicidad, otros en el dinero, otros en el sexo, mal llamado amor, otros en el prestigio, poder, fama...etc. Todos buscamos más y con ello conseguir y alcanzar la felicidad. Pero esa felicidad siempre estará en movimiento. Nunca estará al alcance de ser conseguida plenamente, se evapora, se deshace y se esfuma. Termina y caduca. Siempre nos deja con sed, insatisfecho, vacíos.

Queremos encontrar una felicidad eterna pero buscamos donde no está, porque todo lo que hay en este mundo en el que vivimos es caduco y tiene su fin. Sólo JESÚS nos lo puede dar, pero no le escuchamos, no es ese amor que nos propone la clase de amor que nosotros pensamos y ese, dar sin pedir nada a cambio, no entra en nuestras cabezas.

Aquí todo tiene un precio y todo se paga o se compra. Y para eso hay que luchar contra el otro, explotarlo, engañarlo, someterlo, esquilmarlo e incluso matarlo si hace falta. Yo y mis intereses egoístas están primero. Quiero la manzana y comérmela a mi manera, no como me lo digas tú Jesús. Y desde ese momento, la felicidad es cosa del hombre que quiere lograr por sí mismo.

Todos lo buscan, pero sólo aquellos que entienden que es el HIJO de DIOS y que su Reino no es de este mundo, creen en ÉL y tienen paciencia, abiertos, por su Bautismo, a la acción del ESPÍRITU SANTO, pueden encontrar lo que realmente buscan: la salvación de su cuerpo y alma, no sólo para un rato en este mundo, sino para SIEMPRE en la Vida Eterna junto a nuestro PADRE del Cielo.

Haz, SEÑOR, que no cese de buscarte,
que no pare de seguirte, y dame la
paciencia de perseverar.

Haz, SEÑOR, que, como un niño, me
 fíe de TI, que no me canse de 
esperarte, de creerte, de, 
a pesar de no entenderte, 
seguir a tu sombra como
el hijo que, sin su PADRE
no sabe a quien acudir. Amén.

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