martes, 15 de febrero de 2011

NO PERDAMOS DE VISTA QUE ES EL SEÑOR (Mc 8, 14-21)


Es verdad, por qué no decirlo, sentimos miedo; nos importan las cosas más inmediata a nosotros; nos preocupamos más por nuestras necesidades materiales que por las espirituales. Es nuestra forma de ser y sentir primera, corporal, humana, pecadora, sometida y esclava.

Pero eso no debe importarnos porque el SEÑOR está con nosotros. ¡Es el SEÑOR!, Aquél que nos dio de comer multiplicando los panes y peces. Para ÉL no hay problema, todo lo puede. ¿Por qué entonces preocuparnos?

Y ese es el esfuerzo que nos pide JESÚS, que abramos nuestros ojos y oídos para entenderle, para darnos cuenta de que no hay por qué preocuparse. Eso no significa, y ese es nuestro problema, que tengamos momentos de incertidumbre, que las cosas materiales nos escaseen y que tengamos que sufrir en muchos momentos de nuestra vida. No porque nos guste ni porque le guste al SEÑOR, ni porque tenga que ser así, sino simplemente porque la vida nos exige el sudor de nuestra frente por nuestro pecado y porque, si no yo, sí hay otros que sufren.

JESÚS no tenía por qué padecer ni sufrir, y lo aceptó por nuestra salvación. ¿Es qué todavía no entendemos? Si quiero resucitar para la vida eterna como ÉL tengo que padecer lo mismo que ÉL padeció. Eso no quiere decir muerte de cruz, pero si indiferencia, burlas, sufrimientos, incomprensiones, traspies, odios, venganzas, mentiras... y llenarme de paciencia, mansedumbre, bondad, perseverancia, comprensión y, sobre todo, mucho amor.

Y todo eso por amor a los demás como ÉL hizo conmigo. No necesita DIOS que lo amen, ni tampoco amor. ÉL lo es Todo y nunca podremos entender ese misterio porque nos sobrepasa, pero si es real, porque lo ven mis ojos, que existo y que, por la Revelación, JESÚS, DIOS hecho hombre, murió por mí y por ti. Eso no lo puedo entender por mi sola razón, necesito que me sea Revelado.

Si puedo llegar a entender que Alguien me ha creado, que Alguien ha hecho este mundo para que los hombres vivamos en paz y justicia. Si puedo entender que quien me ha creado me llama a ser eterno y feliz porque lo siento dentro de mí, pero nunca que ese DIOS se hizo Hombre, JESÚS, para, muriendo por mí, hacer mérito ante el PADRE para rescatarme de mi pecado e indiferencia.

JESÚS, no permitas que me olvide,
 distraído por las cosas de este
mundo, de tu amor. 
JESÚS, no permitas que dude de
tu amor, de tu cercanía, de 
tu acompañamiento. Sabes
lo débil que soy y lo fácil
que resulta que me 
engañe.

Tómame de tu Mano y ayúdame
a afrontar las dificultades
cotidianas sabiendo 
siempre que TÚ
 estás conmigo
y nunca me
 dejarás solo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.