sábado, 19 de febrero de 2011

PARA ENTENDER HAY QUE ESPERAR (Mc 9, 2-13)


Cuando no llegamos a comprender lo que se nos proclama y, es más, no estamos al alcance de poder entenderlo, como si de algo mágico se tratara, justificamos nuestra limitación con razones demagógicas que distorsionan la realidad y siembran la duda.

Es el caso de la Resurrección. No podemos entender, sino creer, que Alguien pueda resucitar, porque eso no cabe en nuestra cabeza. Es algo que nos sobrepasa y no cabe en nuestra mente. Por eso, los apóstoles están desconcertados. No entienden lo de la pasión y resurrección y JESÚS les hace participe, al grupo de cabeza, Pedro, Santiago y Juan, de vislumbrar lo que va a ocurrir: Se Transfigura en el Monte Tabor.

Sin embargo les encarga que no lo comenten a nadie hasta que haya sucedido. Y eso ocurre muchas veces en nuestra vida. No entendemos ni queremos entender nada hasta que lo veamos con nuestros propios ojos. Incluso, visto, nos cuesta aceptarlo porque nuestra mente nunca llegará a explicárselo. 

Ahí tenemos las apariciones de nuestra Madre la Virgen en Fatima, Lourdes y Medujugorje y sus milagros y conversiones. Los oímos, los escuchamos a amigos y gente de confianza, pero nos queda lejos, al menos no nos cambia la vida e incluso a los que lo viven se les va enfriando con el tiempo.

Sólo la fe de aceptar la Palabra de JESÚS y de querer y pedirle que nos la haga comprender es la única manera de, por la acción del ESPÍRITU SANTO, de abrir nuestro corazón y ver la Luz de la Transfiguración.

SEÑOR, no entiendo nada, ni 
solo podré hacerlo. Dame 
la sabiduría de entender
tu Pasión, tu Muerte y
Resurrección y 
seguir tus pasos. Amén.

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