viernes, 22 de abril de 2011

CUANDO EL SILENCIO ES LA RESPUESTA (Jn 18,1—19,42)


Son momentos de desconcierto, de desesperanza, JESÚS ha muerto en la Cruz, ha sido crucificado como un malhechor y un farsante. Y ante todo esto, ÉL, dueño y SEÑOR de todo lo creado, guarda silencio. Es fiel a la Voluntad de su PADRE, que lo ha entregado para que con su obediencia y muerte pague por el rescate y redención de todos los hombres.

Los discípulos están asustados, dispersos, desorientados. ¡Y cualquiera no! No es para menos, estaban esperanzados, habían imaginado muchas cosas ante los prodigios y autoridad de JESÚS. Esperaban una victoria y liberación inmediata, más de este mundo que del otro mundo, del que nada entendían. No había respuesta ni reacción. Ante todo esto callaban y se escondían.

Muchos habían emprendido el camino de regreso, de vuelta a la vida de antes, pues esta muerte había puesto un antes y un después, y, al parecer, ese después había terminado. Todo volvía a su sitio y el regreso a la resignación estaba llamándolos. Todos los caminos descubrían la ruta de Emaús, la huida sin esperanza.

Es día de silencio, de espera sin esperanza, de no saber que hacer, de mirar sin encontrar, de preguntas sin respuestas... Experimento el desasosiego y desconcierto de aquella muerte. No se puede experimentar más frustración. Toda la esperanza puesta en JESÚS, y lo han crucificado entre risas y burlas delante de nuestras propias narices. ¿Qué podemos pensar? 

Creo que es lo mismo que puede pasar ahora para aquellos que no creen en su Resurrección. Si todo ha acabado con la muerte, ¿qué esperar?; ¿qué nos queda? Nada tiene sentido, y esta vida nuestra es una lucha sin cuartel por vivir unos cuantos años sin sentido y constantemente en la cuerda floja. Continúan en silencio y sin respuesta.

DIOS mío, ¿dónde moras, dónde estás?
¿A dónde has ido? Porque no puedo
imaginar un mundo si TI.

Sin tu presencia nada tiene sentido. Sin
tu presencia esta vida es un valle
de lágrimas sin esperanza. Necesito
tu Cruz, pero una Cruz Viva, que
continúe a mi lado, que me 
 sostenga y me de la 
esperanza de vivir
yo también en ÉLLA. Amén.

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