martes, 5 de abril de 2011

ERES TÚ EL QUE DECIDES (Jn 5, 1-3. 5-16)


JESÚS ha pagado por todos nosotros, por lo tanto, eres tú quien decides salvarte de la enfermedad de perder la vida para siempre. DIOS, nuestro PADRE, se ha autodonado en el HIJO para, en nosotros, por nosotros y con nosotros ofrecernos la salvación eterna regalada, por Amor, por su PADRE.

La pregunta hecha al paralítico de la piscina de Betsaida se hace extensiva a todos los hombres del planeta: ¿Quieres curarte? No importa el tiempo ni el pasado, sólo si tú quieres puedes conseguirlo, pues el SEÑOR te lo ha ofrecido. Y, el enfermo, en este caso un paralítico que llevaba 38 años postrado, escucha a JESÚS, cree en ÉL y se pone en camino: "Se levanta", hace caso. Antes, a su pregunta, responde y le abre su corazón: le dice lo que pasa y por lo que sufre.

Es  momento de pararnos y pensar que la oferta está hecha, solo falta recogerla por nuestra parte. Hoy, lamentablemente, hablaba con una persona que enrabietada por como van las cosas en el orden económico y social, no espera vivir eternamente, al menos aparenta pensar así aunque en el fondo espera vivir eternamente aunque no se lo crea. Porque todos esperamos eso.

Y, ¿de qué vale preocuparse si no esperas más que esto que ves ahora? No vale la pena molestarse por algo que se va a terminar dentro de un poco de tiempo. Mejor vivir como se pueda sin tantas preocupaciones. Lo que ocurre que mientras no te preocupas por nada, tu mayor preocupación eres tú mismo, y el vacío te deja insatisfecho y te angustia. Porque la felicidad no está en tener o hacer las cosas bien, sino en hacerlas bien por amor y en servicio gratuito a los demás.

Así, todo cobra sentido y tu vida tiene sentido y tus preocupaciones se vuelven mansas y suaves, y todo merece la pena vivirlo con alegría y entusiasmo. En las penas y alegrías todo se comparte y se hace vida. Porque la vida no se termina sino que se prolonga, después de la muerte, para la eternidad. No hay por qué enrabietarse ni perder la paz. La vida eterna y la felicidad en la Casa del PADRE nadie te la puede quitar. Eres tú quien decides. Si tú quieres el SEÑOR te sana.

Quiero creer, SEÑOR, y hacer lo que TÚ me
mandes, porque TÚ tienes Palabra de 
Vida Eterna.

Contigo, mil años son nada, y todo cobra
sentido, porque TÚ eres la Vida Eterna
que yo busco y la felicidad que
ansío encontrar.

Dame, SEÑOR, tu Gracia para encontrar
la respuesta que mi vida busca. Para
apagar mi sed de felicidad y
encontrar la eternidad
que busco. Amén.

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