miércoles, 27 de abril de 2011

«¡OH INSENSATOS Y TARDOS DE CORAZÓN!» (Lc 24, 13-35)

Los discípulos de Emaús,

Leyendo este pasaje evangelico y llegado al momento de exclamar, «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.

Todo cambia, de experimentar al mismo y único JESÚS y de no experimentarlo. Y lo mismo ocurre ahora y hoy. Mientras no haya un encuentro con JESÚS, que resucita hoy, nada acontece en nuestra propia vida. No se trata de recordar sino de presenciar que JESÚS está en este momento resucitando. Es algo presente porque para ÉL no hay tiempo ni medida.

JESÚS vive en mí y se hace presente en mi vida como lo hizo ayer con los de Emaús. JESÚS está vivo y habla y trabaja conmigo. ¡Es el SEÑOR y todo cambia en mi vida cuando experimento ese encuentro. Posiblemente, no tenga ganas de oír muchas buenas entrevistas de obispos y de personas de gran valía, porque lo único que me interesa es experimentar ese encuentro verdadero como les ocurrió a los de Emaús.

Nada me va a cambiar si no vivo ese encuentro. Éllos, los de Emaús, habían oído lo de las mujeres, lo de Pedro y Juan, pero no estaban convencidos: 

«algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que Él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a Él no le vieron».

Igual me ocurre, o nos ocurre a nosotros. Muchos ejercicios espirituales, muchos cursillos, muchas conferencias, mucho de todo, pero... me da la impresión de estar caminando siempre como los de Emaús. Sé que realmente no es así porque algo avanzamos, pero como María Magdalena me gustaría no quedarme ahí, sino encontrarlo y verlo, como les sucedió a los de Emaús. Creo que saldría corriendo como ellos, loco de entusiasmo.

Y esa debe ser nuestra inquietud, nuestra motivación de cada día, nuestra esperanza: "Buscarlo entre los vivos y ponernos a su lado, a caminar con ÉL, porque de esa forma estaremos seguro. Y ahora, hoy mismo, porque cada día resucita.

SEÑOR, ¿dónde estás? Quiero verte y
sentir tus pasos, tus palabras, tus
consejos y tu fortaleza.

SEÑOR, no dejes que me pierda en
habladurías y dudas, en poner
condicionantes y, sí ÉL 
estuviera aquí...

Haz que experimente tu encuentro
y tu presencia. Sé que TÚ quieres
que lo haga, pero no será
cuando yo quiero, sino
cuando TÚ quieras.
Mientras, yo esperaré. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.