lunes, 2 de mayo de 2011

DEL HOMBRE VIEJO AL HOMBRE NUEVO (Jn 3, 1-8)


Nada nace de nuevo sí antes no ha muerto, porque para ser hecho nuevo es preciso destruir lo viejo, morir a lo viejo. Eso es lo que significa nuestro Bautismo: "Sumergir todo lo viejo que me pierde y me esclaviza al egoísmo, es decir, al pecado, y dar vida a lo nuevo, a lo limpio, a la pureza que se entrega en el amor y por amor libremente. Es el paso Pascual de la muerte a la vida. Es el renacer por, en y con JESÚS a la vida de Gracia. a la Eternidad del gozo en la Casa del PADRE.

En el ritual del bautismo hay una inmersión en el agua (símbolo de la muerte), y una salida del agua (imagen de la nueva vida). Se es sumergido con el pecado, y se sale de ahí renovado. Esto es lo que Jesús denomina «nacer de lo alto» o «nacer de nuevo» (cf. Jn 3,3). Esto es “nacer del agua”, “nacer del Espíritu” o “del soplo del viento...”.

Agua y Espíritu son los dos símbolos empleados por Jesús. Ambos expresan la acción del Espíritu Santo que purifica y da vida, limpia y anima, aplaca la sed y respira, suaviza y habla. Agua y Espíritu hacen una sola cosa.

En cambio, Jesús habla también de la oposición de carne y Espíritu: «Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu» (Jn 3,6). El hombre carnal nace humanamente cuando aparece aquí abajo. Pero el hombre espiritual muere a lo que es puramente carnal y nace espiritualmente en el Bautismo, que es nacer de nuevo y de lo alto. Una bella fórmula de san Pablo podría ser nuestro lema de reflexión y acción, sobre todo en este tiempo pascual: «¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con Él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rom 6,3-4).

Por eso, Nicodemo, temeroso ser visto, busca en la noche la Luz que le alumbre el camino y le libere de toda esclavitud. Se ha dado cuenta de la Divinidad de JESÚS. ¡Nadie habla y actua con esa autoridad y prodigios! ¡Es el Hijo de DIOS! Pero su respeto humano le puede todavía. Es un hombre muy notable, público diría, y teme ser descubierto en su admiración por JESÚS.

Más su inquietud le motiva al riesgo y a ser descubierto. Arriesga lo mínimo y, de noche, sale a buscar la luz. Me pregunto: ¿No estamos también nosotros, en la noche buscando la luz? ¿No nos da miedo confesar, gritar y proclamar nuestra fe en JESÚS? ¿Seremos nosotros Nicodemos también?

Quitame la venda de mis ojos, SEÑOR,
y dame la Luz que busco entre
la noche de mi vida.

Liberame de la oscuridad que me
guía, y alumbra el camino de
mi búsqueda para que
encontrándote sea
capaz de proclamarte. Amén.

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