martes, 10 de mayo de 2011

HAMBRE Y SED (Jn 6, 30-35)

"No fue Moisés, sino que es mi Padre el que da el...

Lo normal no es lo corriente, porque aunque todos no sientan hambre y sed de vivir eternamente, lo lógico es que queramos vivir para siempre. Con este sencillo ejemplo, podemos ver que lo normal no siempre coincide con lo corriente. Corriente es no ir a la Eucaristía, pero lo normal es ir, porque los hijos deben estar agradecidos con los padres y visitarlos. Por lo tanto, visitar y recibir su alimento es lo normal de un hijo a un padre. Sobre todo cuando se trata del alimento que nos da la vida eterna.

"YO soy el pan de vida. El que cree en mi no pasará hambre y el que cree en mi nunca pasará sed". Lo normal es sentir esa hambre y esa sed y de estar siempre buscándola. Ya lo decía san Agustín: "Nuestra alma está inquieta hasta que descanse en TI". Pero lo corriente es que, al parecer, no sentimos esa sed y hambre, o, al menos, no buscamos donde y lo que tenemos que buscar.

Nos autoengañamos, porque sintiendo hambre y sed de vivir eternamente no queremos reconocerlo, y nos justificamos con cosas efímeras y caducas que encontramos en este mundo, pero que no nos sacian. 

Dice san Bernardo de Claraval: «Los impíos andan alrededor, porque naturalmente, quieren dar satisfacción al apetito, y neciamente despreciar el modo de conseguir el fin». Así sucedía con los judíos: sumergidos en una visión materialista, pretendían que alguien les alimentara y solucionara sus problemas, pero no querían creer; eso era todo lo que les interesaba de Jesús. ¿No es ésta la perspectiva de quien desea una religión cómoda, hecha a medida y sin compromiso? 

Y esa es la pregunta que hoy nos toca, me toca, responder: ¿Es eso lo que me interesa de JESÚS, qué me solucione mis problemas para vivir instalado y comodamente?

Hambre y sed de DIOS. Qué bueno es sentir esa carencia, esa necesidad. Sentir que no lo tienes todo, que eres pobre, que te falta algo importante, que esa hambre es insaciable, nada te llena ni satisface. Y no dejas de probar, buscar mil y una aventuras, ¡y nada! vuelta a empezar, porque el hambre y la pregunta por DIOS no desaparece de la noche a la mañana. Y te sientes como en un abismo, y te produce hasta vértigo asomarte. Es la pregunta, el hambre y la sed que produce DIOS, que ni cesa ni descansa hasta que no se ve del todo saciada. 

Y eso me prueba tu presencia, tu estar a mi lado, tu acompañamiento, tu amor que me atrae a TI hasta saciarme. Será, espero, el día que me llames definitivamente. Mientras seguiré buscándote. ¡SEÑOR, sólo TÚ llenas mi vida! Pan de vida eterna que reboza mi existencia...

Alimenta, SEÑOR, esa inquietud, esos deseos
de sentirme saciado, pero saciado del
alimento que me llena plenamente. 
Del que da la vida eterna y 
gozosa: "Vivir en tu presencia. Amén.

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