miércoles, 8 de junio de 2011

NUESTRA IDENTIDAD ES LA ALEGRÍA, A PESAR DE LAS TRIBULACIONES (Jn 17, 11b-19)


No cabe duda que ante la experiencia de nuestra fe y nuestra vida por este mundo nos quedamos, en muchos momentos, perplejos y desconcertados. Aparentemente, según nuestra forma de ver las cosas, no coincide el estar alegre con lo que nos depara la propia vida. Por un lado queremos y deseamos estar alegres, ¿quién no quiere ser feliz?, pero por otro, las circunstancias y aconteceres de nuestra vida no nos deja.

Sólo hay un camino, injertarnos en JESÚS guiados por el ESPÍRITU SANTO. Porque sólo en ÉL está la verdadera felicidad que buscamos. Es verdad que el camino para permanecer en ÉL nos depara peligros, padeceres, sufrimientos, desprecios, burlas, y hasta la propia muerte, pero detrás de ese abandono y confiar en ÉL se encuentra el gozo y la felicidad que buscamos, y además adornada por el regalo de la eternidad. Precisamente, el mayor deseo que está escrito dentro de nuestro corazón.

Ese es el premio de la fe en JESÚS, la única que nos puede salvar. Y que como todo en este mundo necesita de la prueba de darse antes del recibir, del confiar antes del ver, del abandonarse antes del resistir, pues esa es la condición del ser libre, la de poder elegir entre el camino del amor y la felicidad eterna, o del egoísmo y la muerte eterna.

Toda mi vida, SEÑOR, estaré inquieto y 
en búsqueda de la fuente que 
pueda saciar mi fe.

Sólo TÚ, SEÑOR, puedes hacerlo, pero
esperas que yo te lo pida y que 
confíe en TI. Y esa es mi
petición, SEÑOR, que
algún día pueda
descansar eternamente en TI. AMÉN.

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