jueves, 7 de julio de 2011

NO PODEMOS CALLARNOS (Mt 10, 7-15)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «ld y y proclamad que el reino de los cielos está cerca...
Hay mucha gente que protesta porque la Iglesia proclama la Buena Noticia del Evangelio y con ella la salvación del hombre. Pero no advierten que lo bueno debe ser proclamado, porque lo bueno es querido por todos. Sería una actitud egoísta reservarse ese tesoro para sí, o para unos pocos, y no ofrecerlo gratuitamente y libre, no hay negocio, a todo aquel que quiera cogerlo.

JESÚS no vino para unos pocos, sino que su Muerte y Resurrección redime a todos los hombres sin excepción, por lo tanto, hay que proclamarlo en todos los lugares posibles, y a todas las personas posibles, porque, ¡muchos!, no lo conocen; no han podido conocerlo; no se les ha hablado de ÉL o, también, que es lo más frecuente, no quieren conocerlo.

Pero tenemos que hacerlo, amigo anónimo. La Iglesia (Incluso arriesgando sus vidas) tiene el mandato del SEÑOR de ir y predicar a todos y en todos los lugares. Porque eso es lo que esperan los hombres, su salvación, aunque muchos deslumbrados por las luces, soberbia, vanidades, amor propio y placeres de este mundo estén cegados y ciegos para verlo.

Ahora, eso si, sin molestar a nadie; ofreciéndolo gratuitamente, en paz y con respeto. Sin insultos, sin imposiciones, y quien lo hace no está cumpliendo con lo que manda JESÚS, y en su continuidad, la Iglesia:
No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento. En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».
En esta hora de mi vida, dame SEÑOR sabiduría,
paz y fortaleza para trasmitirte, de palabra
y vida, a todos los hombres, de modo
que sientan tu presencia y no la
mía. Amén.

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