martes, 5 de julio de 2011

A PESAR DE LAS EVIDENTES PRUEBAS NUESTROS OJOS NO VEN (Mt 9, 32-38)


Nos cuesta admitir una evidencia, sobre todo cuando es algo que nos afecta directamente o nos va a comprometer nuestra vida. Nuestro amor propio es lo primero, y si lo primero está ocupado por nuestro ego personal, DIOS ocupará un lugar secundario. Por lo tanto, admitir la Voluntad de DIOS es algo complicado cuando nuestro corazón no está en, por y con ÉL, y destinado solamente para ÉL.

Y eso nos ocurre a menudo. Es más, somete nuestras actitudes y apetencias de amor a nuestro amor propio. Cuantas veces nos retiramos, declinamos o nos abstenemos de actuar como pensamos que deberíamos actuar porque nos sentimos herido en nuestro propio amor propio. Y nos traicionamos a nosotros mismos queriendo justificar nuestra actitud egoísta, nuestro particular punto de vista, nuestro amor propio. ¿Y el amor a y de DIOS? ¿Y el amor a y para el prójimo? ¿Es qué todo no lo hemos recibido nosotros gratis? ¿Y no lo debemos dar gratis?

Así ocurrió en tiempo de JESÚS. Muchos viendo sus obras, como la que hoy nos habla la Palabra de DIOS, no despertó ni siquiera la curiosidad por conocer más a ese hombre que hacía grandes prodigios. Es más, despertó en ellos la traición de justificar sus actitudes y rechazos para con ÉL negándole y tratándolo como un impostor.

Un sola pregunta debemos hacernos hoy: ¿Cuál es mi actitud ante ese JESÚS que hoy recorre mi mundo proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia?

Abre mis ojos, SEÑOR, y deja entrar tu Luz
en todo mi ser. Que vea con la luz de tu 
Verdad y de tu compasión, y me
deja sanar y curar. Amén.

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