sábado, 10 de septiembre de 2011

LOS SENTIMIENTOS DEL INFIERNO (Lc 6, 43-49)


Sí, habría que reconducir nuestros propios sentimientos, y desde edades muy tempranas, porque de tener claros esos criterios la libertad será más libre y la voluntad será más dueña de dirigirla. Porque una cosa es sentir y otra muy diferente lo que se debe hacer. Todo está en función de nuestras responsabilidades, y para un creyente católico sus responsabilidades nacen de su compromiso de Bautismo.

Siento frío, pero no puedo evitar que no haya frío. Sí, otra cosa, puedo combatirlo y guardarme de sentirlo. Igual puedo sentir deseos de concupiscencias o apegos materiales de muchos ordenes, pero independiente de que sean recto o no, debo guardarme de ellos o, por el contrario, darle salida y realizarlos. Eso es, a mi humilde entender, lo que la Palabra de DIOS me dice hoy.

Un árbol bueno, dará frutos buenos, pero un árbol malo dará frutos malos. Ni el uno, ni el otro pueden cambiar sus frutos, pues antes hubo un tiempo de siembra y cultivo que desembocará en los respectivos frutos que cada uno dará. De la misma forma, tus frutos, los míos, dependerá de la siembre y cultivo de mi vida. Y si celebro, vivo y me relaciono con Aquél en quien creo, mi vida derramará frutos que vendrán de ÉL.

Quiero, SEÑOR, celebrar, vivir y estar unido a
TI cada instante de mi vida, para que
los frutos que de ella provengan
sean semillas de tu propia
vida injertada en mí.

Por eso, SEÑOR de mi vida, te pido que
no dejes que me aleje de TI, que 
tu Rostro lo tenga siempre a
mi lado y presente en
mi vida, y que sea
ÉL quien guíe
mi camino. Amén.

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