jueves, 1 de septiembre de 2011

¡QUIÉN COMO TÚ, SEÑOR! (Lc 5, 1-11)


En muy pocas ocasiones, por no decir, casi nunca, a la hora de hablar he derramado lo que llevaba preparado. Experimento que los sentimientos me vienen en directo, y, con la asistencia del ESPÍRITU SANTO, en el que creo a pesar de mis sentimientos de duda y tentaciones, comunico lo que mi corazón siente y quiere, al menos, sentir.

Me pasa cada día y a cada momento que intento escribir. Empiezo de nada y surgen sentimientos que, humildemente creo, me vienen del ESPÍRITU. Al menos yo me pongo en sus Manos para que ÉL hable por mí. Hoy, en este momento, cuando he leído la Palabra de DIOS correspondiente al día de hoy, he sentido algo así. Me siento un privilegiado por sentir la presencia de DIOS en mi, y por saberme hijo de ÉL.

Me siento un ser lleno de todo porque todo es de mi PADRE del Cielo, y en ÉL tengo la Gloria, la vida eterna y el gozo que me llena plenamente. Me siento como la barca de Pedro, llena, rebozante hasta hundirme en la gloria de mi SEÑOR. 

Por todo ello, he sentido el gozo interior de que, en ÉL, nada me falta. Y hasta puedo ver con claridad el pecado de mi hermano mayor, no darse cuenta que en la Casa del PADRE nada te falta y todo lo tienes. He sentido un pequeño Tabor que, pronto termina y vuelves a la realidad de tu propia cruz, tu propia pascua, que, como JESÚS, tendrás que sufrir para, en ÉL, con ÉL y por su mérito de muerte y resurrección, alcanzar, como coheredero, la gloria que el PADRE nos prepara.

SEÑOR JESÚS, TÚ tienes palabra de vida eterna y,
porque TÚ lo dices, echaré mis redes al
mundo de la blosgofera, para en
TI, por TI y contigo atraer a
los hombres a TI. Amén.

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