sábado, 1 de enero de 2011

PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO

La presentación en el Templo

 La Palabra del SEÑOR nos toca hoy muy directamente y de forma transparente y diáfana: JESÚS se hizo hombre, no para presumir de su Divinidad, sino para igualarse a los hombres y de forma pobre y humilde. 

No se le ocurrió igualarse a los más poderosos e inteligentes, sino que se mezcló con los más pobres y carente de todo, tanto material como espiritual. Así, José su padre presentó en el templo la dádiva más pobre reservada a los necesitados de todo: un par de pichones en lugar de un apetecido cordero, signo de poder y riqueza.

También, José y María obedecen y cumplen con los preceptos de la ley. Ellos, María Inmaculada y JESÚS, el Hijo del DIOS Vivo, que debían de ser los visitados, eligieron ser ellos los visitadores y, de esta forma, testimoniar que estaban para servir y amar cumpliendo con todos los preceptos. Y lo hacen voluntariamente y por amor.

Porque estaba escrito que Simeón y Ana contemplaran la Gloria del Niño Mesías que había sido prometido para dar luz a las naciones, iluminar a los gentiles y dar gloria a tu pueblo Israel. 

Me pregunto, cuando encuentro a mucha gente que se resiste a ver con claridad la Promesa y Divinidad del HIJO de DIOS en Belén, como es posible que no se paren a pensar en estas profecías tan distantes en el tiempo y que, llegada la hora, tienen su cumplimiento fiel. No puede salir de la boca de Simeón tanta luz que le permita ver, treinta y tantos años después, la Pasión, Muerte y Resurrección de ese Niño que ahora tiene delante. Promesa que ya Isaías había adelantado centenares de años antes (Is 7, 14). ¿Se puede estar tan ciego?

¡Claro!, que es para morirse ya, ¡y bastante tranquilo! Lo mismo ocurrió con Ana, como regalo a su perseverancia y fidelidad. Dos personas mayores, viejas y ya casi olvidadas por la sociedad de su época.

El Plan de DIOS se va cumpliendo lentamente y con paciencia, pero firme y seguro. Es el PADRE que nos da tiempo, todo el que necesitamos para el regreso, para experimentar que lejos de la Casa del PADRE no se puede ser feliz. Y espera, espera con los brazos abiertos, pacientemente y con el corazón lleno de amor a que nos demos cuenta y comprendamos.

Y nació ayer, pero también hoy, y volverá mañana a nacer para que pegado a ÉL puedas entender la necesidad de amar sin condiciones, sin apegos, sin justificaciones, sin prestaciones, sin pedir nada a cambio... A pesar de los reproches, las ofensas, las risas, los insultos... No importa, el Amor lo puede todo y todo lo cambiará, como hizo JESÚS.

Y el milagro se esconde ahí, en ese amasijo de miserias, de piedras y callados, de puñales y estiércol que tu corazón va arando y clavándose en la tierra de su ser para, con la lluvia de la Gracia, florecer en hermosos y floridos frutos que harán nacer la verdadera, la buscada felicidad que tanto anhelamos.

No dejes, DIOS mío, que mis ojos
se nublen con el resplandor del
mundo que me atrae y me deslumbra.

No dejes, DIOS mío, que mi vida se
pierda en la oscuridad del deseo y
los apegos caducos y finitos.

No dejes, DIOS mío, que mi sed no
encuentre el manantial que la sacie
eternamente, y se resigne a un 
agua temporal que te deja 
mas sediento. Amén.