martes, 1 de febrero de 2011

LA FE MUEVE MONTAÑAS (Mc 5, 21-43)


Nos lo prometió JESÚS y si ÉL lo ha dicho eso es Palabra de vida eterna. Sin embargo, hoy quiero fijarme en el motivo del acercamiento a JESÚS. Es lo primero que me ha venido a la mente. Ambos, la mujer que padecía hemorragias como Jairo, jefe de la sinagoga, se acercan y buscan a JESÚS por intereses materiales, en este caso por el interés corporal, la salud. 

No buscan a JESÚS por otro motivo, por ser feliz y por la salvación eterna. Sólo lo buscan por salvar y sanar su actual enfermedad. No caemos en la cuenta que la enfermedad volverá otra vez y acabará,a cuando llegue su tiempo, con nuestro cuerpo. Y eso les habrá sucedido tanto a la hemorroisa como a Jairo en su hora.

Por lo tanto, descubro que de encontrarme con alguien que cure mi enfermedad debo pedirle si puede curarme para siempre, porque habrá una segunda y tercera y más enfermedades hasta que una acabe conmigo. No sabría decir cuantas veces he enfermado en esta vida, pero creo que muchas. La última, muy grave, fue una arritmia ventricular que me dejó unos veinte minutos muerto, y volví a la vida no se sabe por qué. Podría ser un milagro más de JESÚS.

Y sé que me llegará el día de la verdadera enfermedad que no me dejará volver más a este mundo. Por eso, desde ese día, ahora soy consciente, quiero pedirle que me cure para siempre y tenga vida eternamente. 

Ya no tengo miedo de la enfermedad, ni del momento de la partida, porque es ahí donde empieza la verdadera vida, la eterna en plenitud junto al SEÑOR dueño de la vida y la muerte. Ese es el principal y verdadero motivo por el que debemos buscar al SEÑOR. Le pedimos que nos cure la enfermedad de ahora, pero también, y más importante que nos salve del verdadero peligro de perdernos su presencia eternamente. 

Esa es la fe que nos debe mover y la que hará que seamos realmente curado del verdadero peligro, de alejarnos de JESÚS y someternos al poder del Príncipe de este mundo.

Aumenta mi fe, SEÑOR, hasta
el punto de no dudar de tu
poder para sanarme.

Pero, más SEÑOR, ilumina mi
mente, para que busque en
TI, no sólo la sanación del 
momento, sino la que
da la vida eterna junto
a TI. Amén.