viernes, 1 de abril de 2011

EL AMOR LO ABARCA TODO (Mc 12, 28b-34)


La felicidad es nuestra meta, pero las cosas de este mundo no nos la dan. Conocemos por experiencia propia y por lo que vemos a nuestro alrededor que por mucho tener o por poco tener no nos hace más feliz. El que tiene poco está ansioso y deseoso por tener más. No descansa, y su vida se convierte en una carrera frenética sin sentido y sin final, porque según va enriqueciéndose van queriendo conseguir más.

Y el que tiene mucho termina por engreirse, por perder la motivación y abandonarse a los vicios y al sin sentido. Caemos en nuestra propia trampa y debilidades. Mientras, ocurre, que aquellos que tienen que trabajar para sacar a su familia adelante, sus numerosos hijos, ocupan su tiempo en darse, en luchar para sus hijos, en compartir, en entregarse a sacarlos adelante... No tienen tiempo para pensar en ellos y, de repente, luchando incluso obligados contra corriente se sienten felices y llenos de vida.

Han descubierto, sin saberlo ni quererlo, que la felicidad se esconde detrás del verdadero amor, de aquel que se da gratuito, sin interés, desinteresado y total. Han descubierto que gracias a sus hijos, la familia, son mejores, son más generosos, se han olvidado algo más de ellos, se han dado, han aprendido a compartir, a renunciar, a... Se han hecho mejores personas y todo por los hijos que otros muchos no desean en aras a vivir más cómodamente y para sí. La familia, y los hijos sobre todo, nos enseñan el camino de la felicidad.

Y no solo eso, sino que hacen que la sociedad y los pueblos, reunión de familias, sean mejores y vivan en paz. Por eso, la familia, es la base y fundamento de la sociedad, y si se quiere tener un pueblo más solidario, más justo, más respetuoso, más libre, más generoso, más de todo bien, es necesario que se haga familia comprometida y responsable. Si un gobierno ignora esto, no sabe lo que es gobernar.


Por eso, SEÑOR, has dicho que todos
los mandamientos se cierran en dos:
Amar al PADRE DIOS sobre todas
las cosas, y al prójimo como
 JESÚS nos enseñó a amar. Amen.