jueves, 8 de marzo de 2012

EL TESORO MÁS RENTABLE

(Lc 16, 19-31). Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día ...

Es el amor, porque todo aquello que se haga con amor queda grabado para siempre en nuestro haber y vale vida eterna. No hay otra forma más rentable que vivir amando, sin embargo, es algo que nos cuesta mucho, porque para lograrlo hay que morir primero.

Y morir en vida significa desapegarnos de todo lo que, aparentemente, creemos que nos dará felicidad. Y desapegarnos no significa no disfrutar, sino no estar agarrado al bienestar y a la comodidad ni al egoísmo. Significa estar presto al compartir, a la solidaridad y a ser sensible a lo que ocurre a mí alrededor. Eso es lo que realmente es amar.

Hoy observamos en el Evangelio como Jesús nos habla de la actitud despreocupada, egoísta e indiferente de aquellos que viven en la abundancia y solo preocupados por pasarlo bien y disfrutar. No les importa lo que ocurre a su alrededor, ni aquellos que sufren porque otros les privan de lo más elemental y necesario para vivir.

La vida eterna, a la que todos estamos llamados, será vivida irremediablemente según la cantidad de amor que hayamos ahorrado en nuestra cuenta bancaria particular del cielo. No hay otros ahorros, pues los demás son caducos y efímeros, y no cuentan para nada. 

Son medios que nos pueden servir para convertirlos en actos de amor, pero, de no ser así, no sirven para nada. Están destinados a desaparecer. Tienen fecha de caducidad. Lo único que permanece es el amor, y solo él será tenido en cuenta en el atardecer de nuestra vida.

Se hace necesario abrir nuestros labios para pedirle al Padre, asistidos por el Espíritu Santo, que nos enseñe el camino del amor y nos de fuerzas, fortaleza, sabiduría, paciencia y paz para saber fabricarlo y vivirlo en nuestra vida, buscando siempre ser el último para servir a los primeros.

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