“He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben”. Jn 5, 31-47 |
Sucede que cuando nuestros intereses están en otros lugares, los de este lugar no nos interesan. Así, ocurre que cuando todo está claro, silencio mi actitud y miro para otro sitio. Porque no me interesa creer ni aprobar que ahí está la verdad, y me resisto a creer.
Más si se trata de que esa fe me compromete y me obliga a cambiar de actitud y de escala de valores. Asentir a valorar las cosas, donde hemos puesto nuestra felicidad, en un segundo plano, nos cuesta. Y más, no lo entendemos. Y ocurre que cuando empezamos a darnos cuenta de que estábamos equivocados, el volver atrás se hace más duro y más difícil.
El momento siempre es duro, pero dejado pasar hace que se endurezca más. Así ocurrió en Masá y Meribá, y vuelve a pasar en muchos momentos de nuestra vida, y en muchos lugares. Existen muchos Masá y Meribá que, sus corazones endurecidos, no les dejan volver atrás, y menos creer.
No faltan testigos, y de la más alta cualificación, pero nuestros ojos se cierran cuando no queremos o no nos interesa ver. Desde esta vivencia le doy gracias a Dios, y le pido que me sostenga y me mantenga la confianza y la fe, nacida de ella, para mantenerme siempre en el camino. A pesar de los obstáculos, de las tormentas, de los contratiempos, que sé que llegarán, pero sé también que Tú, Señor, estás ahí.
Tú, Señor mío, tienes Palabra de vida eterna, y tu Palabra está viva y cercana en las Sagradas Escrituras. Dame la fortaleza, la paz y la sabiduría de hacerme vida de mi vida, y llevarla a la práctica para que sea testigo fiel de tu amor y divinidad. Amén
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