jueves, 1 de marzo de 2012

¡NUNCA DEJEMOS DE PEDIR!

MATEO 7:12 . 7:7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis;
Porque Jesús nos lo prometió: "Pidan y se les dará". Las preguntas que todo hombre, a pesar de que muchos quieren esconderlas, ¿quién soy y donde me dirijo?, laten dentro del corazón de cada hombre. Quien soy implica saber de dónde he venido, y esa reflexión te conecta de forma irremediable con Dios, el Creador.

La conexión con un Creador conlleva implícitamente la súplica de petición, pues quien te ha creado te puede volver a la nada. Dependes, pues, de Él, aunque durante cierto tiempo goces de autonomía y libertad propia. Y de esa dependencia nace la necesidad de pedirle lo que necesitamos para volver a Él, porque ese es nuestro destino. Recordando a San Agustín: "Solo descansaremos cuando descansemos en Ti, Señor".

Pedir exige constancia, perseverancia y estar atento a las respuestas. Quiere esto decir que, se trata de pedir y esperar la respuesta, pero no de una forma pasiva, sino actuando y confrontando nuestro actuar con lo solicitado. Porque la respuesta es de Dios y no nuestra, y sus planes no son nuestros planes. Por lo tanto, mientras espero debo moverme, actuar y confrontar que lo que hago responde a su Voluntad.

Porque no se trata de pedir para mi interés, sino para mi bien, pues el interés comporta un beneficio, que huele a cierto egoísmo. Mientras el bien responde a aquello que es bueno tanto para mí como para los otros. Porque todo bien es común a todos, ya que nada bueno puede perjudicar. En caso de perjudicar volveríamos a lo mismo, sería un bien interesado, personal y, por lo tanto, egoísta.

Dios, nuestro Padre es Infinitamente Bueno, y no puede salir de Él nada malo. De modo que, sus respuestas solo pueden llevar bondad para todos, porque todos somos sus hijos. Hay pues que diferenciar en nuestros pedidos y súplicas lo que es interés nuestro y lo que es el bien común, porque Padre Dios nos mira, aunque personalmente a cada uno, también nos ve como una familia, hijos suyos, que formamos todos. Y se cuida de que todo sea para el bien común, así creó el mundo, pero los hombres nos lo distribuimos a nuestra manera.

De esa forma, resulta que hay crisis, pero crisis de reparto, no de riqueza ni de bienes. La crisis no es económica sino cultural como consecuencia de falta de ética y valores. En estos momentos muchos padecen, no la crisis económica, sino la crisis de otros que pasan por debajo de la mesa la ética y los valores que hacen a todos los hombres iguales por el hecho de ser hijos de Dios.

De forma que, lo que recibo yo como un bien, repercute en los demás también como un bien. Y de la misma forma será lo que cada uno de nosotros, eso ya por nuestra cuenta, haga mal (La prueba del algodón, la situación que vivimos actualmente).

Todos estamos unidos y nuestra oración aunque sea personal e individual está unida a todos los demás. De forma que cuando hago oración y diga yo, llegará al Padre un nosotros, porque a todos, el Padre, quiere por igual y desea su bien.

No puede un padre repartir desigual su herencia entre sus hijos. Y si a uno da esto, al otro dará el equivalente. Todos serán herederos por igual. Por lo tanto, el bien que yo pida para mí, será también concedido, de forma equivalente, para los otros. Si esto lo hacen los padres de la tierra, siendo imperfectos y malos, cuanto no hará nuestro Padre del Cielo que sabe dar y lo que necesita cada uno de sus hijos.

Nunca dejemos de pedir al Padre lo que necesitemos para alcanzar la santidad, es decir, la perfección, que El nos ha señalado como meta y como fin. Porque, si El nos lo ha dicho, "sean perfectos como mi Padre celestial es perfecto", es porque sabe que, ayudados por el Espíritu Santo, lo podemos conseguir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.