domingo, 15 de abril de 2012

SI NO LO VEO NO LO CREO

 Juan 20,19-31: Dichosos los que creen sin...

Esas mismas palabras las solemos oír hoy. No son palabras del ayer, sino que se repiten en el hoy, en el presente. Estamos tocados por las dudas, por la desconfianza, por la confirmación de la razón. Necesitamos que nuestra razón nos de fe de que lo que creemos sea confirmado. Luego, ¿para qué necesitamos la fe?

¿Qué sentido tiene tener fe si exigimos ver aquello que creemos? La fe supone creer sin ver, por eso, Jesús llama bienaventurados a aquellos que creen sin necesidad de ver. Y en ese sentido somos todos nosotros los dichosos y bienaventurados si creemos y confiamos en el Señor.

Hay mucho de Tomás en cada uno de nosotros, porque nuestras obras no se corresponden con la fe que profesamos y confesamos. Jesús nos envía de la misma forma que Él fue enviado, y no solos sino injertados en el Espíritu Santo. Estamos bien acompañados y muy bien dirigidos. La dificultad radica en que nosotros nos dejemos nuestra libertad, don de Dios, en Manos del Espíritu. Ese es el reto y la clave.

Por eso, en Manos del Espíritu Santo, la Iglesia tiene poder para atar y desatar, para alumbrar el camino a seguir. Y ahí nacen muchas dudas, mucha confusión, mucha soberbia a dejarnos llevar. No resistimos a ser conducidos, porque esa acción necesita mucha humildad, y de eso carecemos mucho los hombres. 

A ejemplo de María, la humildad es la puerta que nos abre la acción del Espíritu Santo, y todo lo demás vendrá por añadidura, porque entrará la Gracia de Dios a raudales.

Pidamos que aumente nuestra fe, que no tengamos que exigir la presencia de Jesús, sino que las palabras de sus Apóstoles, su Iglesia, nos basten para dejarnos empapar por su Gracia y por la acción del Espíritu Santo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.