lunes, 28 de mayo de 2012

LÍBERATE DE TUS ATADURAS

Marcos 10, 17-27

Porque sientes que no eres libres, que te encuentras condicionados por tus propios apegos, por tu zona de confort, por tus debilidades y pobrezas. Queda claro que el hombre persigue algo más que lo que le presenta la ley. El amor llega más lejos cuando adquiere un compromiso auténtico.

No nos conformamos con el mero cumplimiento. Ansiamos llegar más lejos y esperamos una vida eterna, porque nuestro interior alberga un deseo de felicidad eterna. Por eso aquel joven busca, y encontrado el Maestro, al que llama bueno, algo había visto en Jesús, le hace aquella pregunta que le inquieta y a la que quiere dar respuesta.

Pero entran en juego nuestras ataduras, nuestros apegos, nuestras cadenas, y ante la respuesta de desapego y de huir de tu zona acomodada, de tu zona de confort, tu voluntad se debilita y tu mente se oscurece quedando atrapado en el círculo de este mundo caduco, finito y limitado. ¡Qué barbaridad!, vendemos lentejas por el verdadero tesoro del gozo eterno.

Y se repite mucho en nuestra vida. ¿Cuántas veces estropeamos el tesoro de nuestra familia, de nuestros hijos, de nuestro hogar, por un descontrolado y apasionado apetito sexual que no es maduro ni responsable, y que, pasado el tiempo, queda ahogado y destrozado por su propia temporalidad? Sólo el amor auténtico, basado en la responsabilidad y el compromiso de darse mutuamente, es eterno.

Poseemos muchas riquezas que nos prometen hacernos la vida hermosa y bella, pero son riquezas efímeras, caducas que, pasado su tiempo, nos dejan vacíos e insatisfechos. Por eso, apegados a ellas nos resulta muy difícil liberarnos, y, por consiguiente, ser libres para poner en juego nuestra voluntad en aras del bien más deseado: el gozo del amor eterno.

Jesús nos lo dice hoy: « ¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios».

No son palabras de un cualquiera o de alguien importante, son Palabras del Hijo de Dios, de Jesús de Nazaret, y deben ser tenidas muy en cuenta si queremos, como aquel joven rico, alcanzar la vida eterna. Son Palabras que nos invitan a desapegarnos de todo lo de aquí abajo. Nada nos sirve como fin sino como medio, y como tal debe ser considerado y usado.

Nunca nuestro corazón debe estar sometido, anclado, adherido a las cosas de este mundo, porque no somos de este mundo, pertenecemos al Reino de Dios, y a él somos llamados.

2 comentarios:

  1. Sólo quiero aprender a confiar en ÉL, gracias.

    ResponderEliminar
  2. El hecho de querer ya es confiar. Solo tenemos nuestra voluntad, con ella decimos que confiamos, depende de nosotros.

    Pero el sentimiento de sentirlo y experimentarlo es obra del Espíritu. Él sabe cuándo, dónde y cómo dárnoslo. Y seguro que nos lo dará si nuestra voluntad actúa en verdad.

    Nuestro Padre nos quiere, y, más que nosotros, desea nuestra salvación.

    Un fuerte abrazo en Xto. Jesús.

    ResponderEliminar

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.