jueves, 10 de mayo de 2012

SABEMOS COMO NOS AMA EL PADRE

Juan 15,9-11. Como el Padre me amó, también yo...

Porque Jesús nos amó de la misma forma: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor». Es decir, que el Padre me ama hasta morir en una muerte de Cruz por mí. ¿Hay amor más grande?

Significa eso que el Padre me perdona todo el mal que haya hecho, pero no solo me perdona sino que me recibe con los brazos abierto. El pasado nunca existió, y solo permanece el presente, el momento, la eternidad.

Todo está perdonado si estoy dispuesto a aceptar el perdón. ¿Qué quiere decir esto? Simplemente que nadie está excluido por sus pecados. Sean del calibre que sean. En la Casa del Padre todos tienen un lugar con su nombre, un sitio expresamente reservado para él. Venga de donde venga, piense como piense, haga lo que haga, viva como viva.

Todos son acogidos e invitados a no pecar más; a dejar sus pecados afuera; a tomar un rumbo nuevo en su camino, en su vida. Porque en la Casa del Padre todos seremos iguales, pensaremos iguales, viviremos iguale, amaremos de igual forma y gozaremos de eterno gozo y felicidad.

En la Casa del Padre terminan nuestras tribulaciones, nuestras pruebas, nuestras luchas, nuestras diferencias y nuestras incomprensiones. Allí permaneceremos unidos si antes lo hemos estado con Jesús, el Hijo del Padre, porque Él nos une a todos en el Padre.

Y todo eso puede cuestionar nuestra manera de proclamarlo y de transmitirlo. Ahora que se habla mucho de la Nueva Evangelización, este amor inmenso, sin condiciones e infinito que el Padre nos tiene, puede ayudarnos a cuestionarnos nuestra manera de llevarlo a los demás.

Por eso, ahora es momento de permanecer en Él, en su amor: Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Amén.


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