sábado, 30 de junio de 2012

SI TU QUIERES, SEÑOR...

Mateo 8,5-17. Al entrar en Cafarnaún, se le acercó...

Pero solo se hará si eso es bueno para ti, o es bueno para alguien para quien tú lo pides. Porque cuando hay interés o beneficios la petición pierde amor, queda sustituida por el egoísmo, y todo se vuelve en amor a sí mismo.

Jesús queda admirado de la fe del centurión, porque se mueve sin ningún interés. Solo le mueve el bien de su criado por aprecio y amor a su siervo, y ese interés le lleva a humillarse y rebajarse, y a pedírselo a Jesús convencido de que Jesús puede hacerlo.

Por eso, de forma natural, como quien está seguro de lo que dice, le sugiere a Jesús que no hace falta llegar hasta su casa, sino con solo una palabra suya bastará para que su siervo quede sano. Pues él, mirando para sí mismo, experimenta que sus ordenes son cumplidas por sus siervos, y se ve pequeño y humilde. ¡Cuanto más Jesús que tiene poder sobre la vida y la muerte!

¿Creemos nosotros tal como creyó el Centurión? ¿Pensamos que todo aquello que es para nuestro bien, Jesús nos lo va a conceder en nombre del Padre? Debemos asentir que sí, porque aunque nos invada la duda sabemos que el Señor puede con todo. Por eso, por nuestra debilidad y fragilidad, le pedimos al Señor que aumente nuestra fe.

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