lunes, 9 de julio de 2012

SEGÚN LA MEDIDA DE NUESTRA FE


rezaconmigo.com

 - Mateo 9:18-26. «Curación de una mujer y resurrección de una niña»


Porque no depende de la fe que tengamos que el Señor haga el milagro de sanarnos, depende de su Gracia y de su Voluntad. Porque de esperar a tener la suficiente fe para salvarnos, nadie llegaría a ese nivel para mover al Señor a curarnos.

Sí, es verdad que movidos por el Espíritu Santo depositamos nuestra esperanza en la fuerza y el poder del Señor, y que unos llegamos más lejos que otros, pero coincidiendo con lo que el misionero del Sagrado Corazón, Emiliano Tardif comparte en su libro, "Jesús está vivo": "El Señor nos sana con la fe que tenemos. No nos pide más, sólo eso", experimento que realmente es así (ver aquí).

Porque por mucho que queramos entender y creer, nuestra naturaleza caída nos imposibilita comprenderle y más creer ciegamente en Él. Todo es Gracia, y a Él sólo corresponde el saber por qué actúa y lo hace así. Hoy contemplamos su manera de actuar, que sólo lo explica ese gran amor, misterio también para nosotros, que nos tiene.

Ante la súplica de aquel magistrado, Jesús responde y actúa. ¿Cuál es la fe de ese magistrado? ¿Es más que la mía? Porque yo también acudo al Señor, y en mi dilatada vida le he pedido muchas cosas que no han tenido respuesta, o al menos, yo no he sabido entenderla. Sin embargo, lo verdaderamente importante en mi vida es que estoy a cada instante en su presencia. ¿Hay algo mejor?

No sé cómo ha sucedido eso, pero seguro que tendrá que ver con todas mis peticiones. Los caminos y respuestas que me han sido dados, han marcado el rumbo y el horizonte por donde había de transcurrir mi vida. Hoy experimento mi fe, más firme, más sólida, más apoyada en la roca que me sostiene, Jesús, y esa es la respuesta, clara y firme a mis súplicas.

Padre nuestro, ayúdanos a descubrir tus respuestas a las muchas súplicas que te he hecho en mi vida. Como ese magistrado, o esa mujer que padecía flujo de sangre, yo también tengo tu respuesta, pero quizás distraído por las luces del mundo o por mis propios criterios, no he llegado ni a oírte ni a ver tu actuación.  Dame la luz, la paciencia y la fe de esperarla y recibirlas. Amén.

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