lunes, 8 de octubre de 2012

¡QUÉ ES PRACTICAR LA MISERICORDIA?

 Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se
porque oigo muchas cosas que me dejan confundido, y aunque lucho por dejar y mantener mi criterio claro, siempre es necesario refrescarlo y reflexionarlo. Dicho de otra manera, se hace necesario orar, pedir luz y clarividencia para discernir lo que el Espíritu Santo nos alumbra e incita a entender.

¡Claro que, también al desvalido se le podría decir que hay que andar más avispado y no atreverse a ir por caminos peligrosos, o no ir solo! ¡Claro que, teniendo en cuenta esta imprudencia del asaltado podría justificar mi marcha! ¡Claro!, hay muchas excusas y justificaciones que parecen justas, y hasta cierto punto los criterios humanos así lo ven.

Así lo entendieron el sacerdote y el levita, pero no el samaritano. A veces, por no decir casi siempre, observo a personas que regañan a otras, yo también lo hago, y advertidas de lo que hacen alegan en su defensa que es la tercera o más veces que le hacen esto, y que creyente sí pero no boba. Y tienen toda la razón. 

Las personas somos muy testarudas y cometemos las mismas irresponsabilidades y faltas muchas veces. Y en este dilema he tratado de buscar respuestas al perdón, porque sé y sabemos que la respuesta de Jesús es: Anda, vete y haz tú lo mismo, refiriéndose a la parábola contada.

Y en esta tesitura he concluido que Jesús, el Señor, me perdona muchas veces. A mí me da vergüenza presentarme cada mes, cuando me confieso, delante de Él, porque siempre me ocurre lo mismo, los mismos fallos, los mismos fracasos, la misma historia. ¿Hasta cuándo Señor vas a tener paciencia conmigo?

Y en este pensamiento he encontrado la respuesta: Misericordia quiero y no sacrificios. Por mucho que mis prójimos merezcan su culpa, yo les debo misericordia aunque eso no me exima de exigirles y pedirles responsabilidades. Pero siempre misericordia, siempre abierto al perdón y al amor. 

Creo que eso fue lo que decidió el buen samaritano. Olvidó todas las ofensas, su tiempo, su dinero... Se desprendió de sí para darse al otro. Así, Señor, quisiera ser yo también. Dame la Gracia de poder hacerlo. Amén.


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