miércoles, 1 de febrero de 2012

LO DE MI TIERRA LO VALORO MENOS

NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA. ( Mc 6,1-16)

Y así ocurre en nuestra vida ordinaria, lo nuestro, lo acostumbrado a tener y ver, lo que tengo en mi propia casa, lo que conozco y está a mi lado, parece que no tiene mucho valor. Sin embargo, lo que viene de lejos, de fuera, tiene más crédito.

Es algo que no se sostiene por sí mismo, pero que ocurre en la realidad. JESÚS lo profetizó: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y, por nuestra experiencia, sabemos que eso se produce en la realidad, y muchos lo conocemos, no por oídas, sino porque lo experimentamos en nuestra propia carne y en nuestras familias.

Por eso, JESÚS, se admira por la falta de fe de sus conciudadanos, de los de su mismo pueblo. Y apenas pudo hacer algunas pequeñas curaciones, y recorría otros pueblos del contorno enseñando.

Podemos, a la luz de la Palabra, preguntarnos, ¿cómo está nuestra fe? ¿Creemos en un JESÚS que nos sirve según nuestros intereses, o seguimos a JESÚS porque nos ama, no anuncia la llegada del Reino, y nos salva? ¿Y en correspondencia de gratitud le servimos amando como ÉL nos enseña a amar? 

Estos interrogantes pueden descubrirnos el nivel de fe que anida en nuestro corazón, y el compromiso del nacimiento nuevo (Nueva evangelización) que brota en nosotros.