domingo, 1 de abril de 2012

DOMINGO DE RAMOS

Plaza de Las Palmas, Iglesia de San Ginés Obispo, Arrecife

Quisiera ser, Señor, uno de aquellos que, en silencio, entendió tu entrada en Jerusalén. Una entrada lejos de triunfalismos y algarabía. Una entrada donde se pone a prueba la superficialidad de decisiones no profundas ni responsables, sino productos de los intereses del momento.

Hoy pasa lo mismo, cantamos este domingo de Ramos, pero pasada la hora celebrativa nos sumergimos en un mundo de consumo, de búsqueda de bienestar, de adentrarnos en nuestra zona de confort y de no importarnos tu entrada en Jerusalén. 

Pronto nos desencantamos de tu entrada triunfal. Pensábamos que ibas a reinar con poder y fuerza, con mano firme para excluir a todos los que no piensan como Tú, o buscan otros intereses, incluso sometiendo a otros. Y pronto nos dimos cuenta que tu camino iba por otro lado. No era nuestro camino. Y con cierto disimulo hicimos mutis silencioso. Nuestras voces se apagaron y desaparecimos de tu vista.

Hoy, Señor, quiero reafirmarme en que eso no sucederá otra vez. Quiero seguirte, aguantar pacientemente y con confianza. No desesperar y seguir tus pasos aunque me sea difícil, duro y costoso. Confío en tus fuerzas, en las fuerzas y poder de tu amor. Lléname, Señor para que mi voz no se apague sino que levante su grito de esperanza y de júbilo. Amén.