Marcos 1, 29-39. Cuando salió de la sinagoga, fue... |
Claro,
y quien no te busca, Señor, si Tú tienes Palabra de Vida Eterna, nos
sana de nuestras enfermedades físicas y nos da esperanza de vida eterna.
¿Es qué hay alguien que no busque y quiera esto? ¿O es qué hay alguien
que no necesite ser curado?
Posiblemente
haya quienes gocen de buena salud, y en los momentos de alguna
complicación, tengan medios de buscar soluciones médicas de sanación,
pero lo que nunca podrán conseguir es estar sanos para siempre. Y eso lo
necesitamos todos, porque todos queremos ser saludables y eternos.
Y
de una forma egoísta todos buscamos eso. Sí, es verdad, que solo
tenemos ojos para ver lo menos importante, nuestra salud física, porque,
quieras o no, ésta acabará a su debido tiempo a pesar de nuestros
esmerados cuidados. Y digo menos importantes, porque aun siendo algo
vital para nosotros, sabemos que está destinado a convertirse en polvo. Y
no podemos evitarlo.
También
es verdad que el sufrimiento es algo inaguantable, y nadie quiere ni le
apetece sufrir. Pero, también es verdad, que el sufrimiento nos ayuda a
crecer y madurar como personas, y nos hace más maduros y equilibrados.
En ese sentido podemos aceptarlo, nunca quererlo ni desearlo, para
crecer en perfección y fortaleza de nuestro propio dominio y equilibrio.
Pero
hay otra dimensión que Jesús nos revela o podemos entresacar de su
actitud. No estamos solos y hay muchos a nuestro derredor que también
quieren ser curados y necesitan del Médico que puede curarlos. Debemos
dejar pasar a otros para que también lleguen a Jesús. Los últimos, en
ese sentido, serán los primeros. Es decir, aquellos que despreocupándose
de sí mismo dejan su turno para que otros puedan ser atendidos.
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