miércoles, 26 de junio de 2013

DE LO BUENO NACE LO BUENO

(Mt 7,15-20)

No puede ser de otra forma. Un árbol bueno dará frutos buenos, pero los malos no podrán sino dar frutos malos. Es el sentido común y la lógica del mundo. Sin embargo, también experimentamos que un árbol bueno puede dejar de serlo cuando le abandonamos a su propia suerte. Y, entonces, sus frutos ya no serán tan buenos, porque se dará lo que se viva, y si se vive mal...

Y esto nos puede llevar a preguntarnos: ¿Y qué es vivir bien o mal? ¿Qué es cosechar bien o mal? Todos sabemos que una buena cosecha dependerá de cultivar y mimar bien el árbol o la siembra de la que esperamos la cosecha. Y hacerlo bien es preocuparnos que no le falte el agua necesaria, los abonos correspondientes y defenderla de plagas o peligros que le afecten.

En el otro sentido, despreocuparnos y dejarla a su destino, es abandonarla y no proveerla del agua necesaria y de todo lo que necesite para su crecimiento correcto y su buen rendimiento. Sólo los árboles bien cuidados y sanos darán buenos frutos, y no así los abandonados y mal cuidados. Nuestro esfuerzo y trabajo tendrá mucha importancia, pues para eso hemos sido creados en libertad, y dependerá del buen uso de ella para que los buenos frutos emerjan para bien de todos.

Por lo tanto, debemos cuidarnos de todos aquellos que, con segundas intenciones, falseen sus actuaciones y cuidados, revestidos con piel de ovejas pero interiormente lobos rapaces que destruyen y aniquilan todos los buenos frutos, pues el árbol que no da frutos buenos se tala y se echa al fuego.

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