miércoles, 24 de julio de 2013

EL QUE TENGA OÍDOS, QUE OIGA


(Mt 13,1-9)

¿Dónde han caído las semillas de mi siembra particular? ¿Por qué no dan los frutos apetecidos? ¿Acaso se la han comido las aves? ¿O han caído en terreno pedregoso donde no hay mucha tierra y se han agostado por no tener raíz? ¿O quizás han nacidos entre abrojos que al crecer las han ahogado?

¿Dónde está la tierra buena de mi vida que las acoja y las haga florecer y dar buenos frutos? ¿Soy yo acaso tierra mala? ¿Podré convertirme en tierra buena? ¿Es posible que pueda abrirme y dejarme cultivar por el buen Labrador y convertirme en tierra abonada y fértil para dar buenos frutos?

Depende de ti y de mí que preparemos nuestra propia tierra y la dispongamos a acoger esa lluvia fresca, renovada de la Palabra de Dios que la transformará para que produzca frutos buenos y en abundancia. El Sembrador nos espera. Él ha sembrado la Palabra y espera tu respuesta, pues eres libre de recibirla y acogerla. Depende de la tierra que tú quieras preparar: al lado del camino; terreno pedregoso; abrojos o tierra buena.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.