sábado, 30 de noviembre de 2013

AQUEL TIEMPO ES HOY


(Mt 4,18-22)

Sí, Jesús habla para el presente. En aquel tiempo llamó a Pedro, Andrés. Unas horas después a Santiago y a Juan. Y hoy, quizás, a ti y a mí. La Palabra está viva y es un Palabra que vive dentro de cada uno de nosotros. De ti y de mí. Se hace vida dentro de nosotros y se transmite en la vida con nosotros, con nuestro testimonio y nuestra palabra.

Pero, al igual que Pedro y Andrés, o Santiago y Juan, esa Palabra dirigida a ti y a mí por Jesús tiene que ser acogida en y dentro de mi corazón. Y como la tierra a la semilla, abonarla y regarla para que fructifique en la viña de mi vida.

Porque, de no ser acogida la Palabra, se queda en el camino, o en terreno de nadie, o absorbida por los terrenos duros y pedregosos... El mundo la corrompe y no la deja morir, la mantiene hasta que se pudra y se pierda para siempre. La inhabilita para que dé frutos.

Por eso, se hace necesario estar atento y receptivo a la llamada del Señor, y ponerse en camino como Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Hoy pasa el Señor delante de mí, y su mirada me invita a seguirle. ¿Qué decidimos nosotros, tú y yo?

viernes, 29 de noviembre de 2013

LOS SIGNOS NOS DESCUBREN LOS ACONTECIMIENTOS

(Lc 21,29-33)


Sabemos o presagiamos cuando puede llover. Raramente llega la lluvia en un día soleado y esplendido. Se prepara y se adorna para advertirnos de su visita, y primero amenaza, cambia el cielo de color y nos avisa que está próxima su llegada. Y empieza gota a gota, y en segundos diluvia.

De igual forma, cuando empiezan los acontecimientos a producirse, según nos ha hablado estos días atrás la Palabra de Dios, son señales que nos advierte de la proximidad del Reino. Debemos estar despiertos y atentos a estas señales, que más que asustarnos nos alertan de que la llegada del Señor está próxima.

Pidámosle al Espíritu Santo que nos mantenga despiertos y atentos a sus signos y señales, y que no permita que podamos distraernos con las luces y engaños de este mundo que pretende desviarnos.

jueves, 28 de noviembre de 2013

EN EL CAOS, NUSTRA ESPERANZA SE MANTIENE

(Lc 21,20-28)


Se suele oír, a la hora de sufrir, que "no hay mal que cien años dure". Esta es la experiencia y la esperanza que los hombres mantienen en los momentos más trágicos de sus vidas. La esperanza de que todo acabe algún día te mantiene vivo y con el entusiasmo necesario para continuar la lucha.

Pues bien, los cristianos tienen un motivo más para estar esperanzados. Y no es un motivo cualquier, uno entre tantos, ¡no!, se trata de la Palabra del Señor que nos dice: ... Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

Son Palabras de mucha esperanza, y para afirmarnos en la fe que nos mueve. Porque los creyentes en Jesús esperamos su venida como la liberación y salvación de todos los que creemos en su Palabra y nos esforzamos en vivirla.

Y, refiriéndonos al dicho popular, "no hay mal que cien años dure", podemos afirmar que eso es lo verdaderamente importante. Importa el final, porque de nada vale escapar al principio, para caer al final.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

TODO SUCEDE PARA GLORIA DE DIOS

(Lc 21,12-19)


No cabe duda que cuando las aguas bajan mansas y apacibles, la vida parece quedarse quieta y nada sucede. Todo parece sin movimiento y en paz. Conviene que haya alguna alteración para llamar al orden y a la buena disposición. Todo debe estar ordenado como el Creador, nuestro Padre Dios, ha dispuesto.

Me parece acertado las palabras de mi buen amigo Néstor Alamo cuando dice: "creo que estas cosas son oportunidades para formarnos y evangelizar-formar a tantas personas que no se llegan a dar cuenta de cómo les cuelan el sapo por debajo de la puerta".

Jesús nos advierte hoy en el Evangelio de estos sucesos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio.Y a continuación nos alienta y anima: Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios.

Y en eso estamos, descansados en su Palabra y su promesa, nos atrevemos a proclamar su Mensaje en este universal mundo de la Blogosfera. Nos ponemos en sus Manos y tratamos de defender nuestra fe, que es nuestra confianza en Él, transmitiendo y contagiando, por su Gloria y en su Espíritu, la Verdad que todos los hombres buscan y les interesan, aunque, aparentemente, son confundidos y engañados por las vanidades de este mundo.

martes, 26 de noviembre de 2013

LAS SEGURIDADES NOS ESCLAVIZAN

Lc 21, 5-11

Siempre queremos y deseamos estar seguros. Buscamos salvarnos y asegurar esa salvación. Es nuestra máxima preocupación. Nuestra vida está llena de propuestas de seguros, de alarmas, de previsiones, de ahorros, de mil y una forma como asegurarnos ante los imprevistos y tragedias. Vamos atados con un cinto de seguridad que nos impide caminar.

Sin embargo, la Palabra de Dios nos dice hoy que no quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido y nada quedará. Eso no significa que procuremos prevenir y asegurar nuestras cosas, pues el sentido común nos dice que no se puede vivir de forma alocada y sin ninguna prevención. Hay accidentes, tragedias, enfermedades y problemas que salen al paso de nuestra vida y a los cuales es necesario hacerles frente.

Pero una cosa es hacer lo necesario respecto a eso, y otra es vivir sólo para eso y pensando en eso. Porque al final nada de eso quedará. De nada nos va a servir tener para luego quedarnos sin nada. Todo tendrá su fin y habrán señales que lo irán descubriendo, pero el final no vendrá enseguida.

Y mientras se llegue a ese final, nosotros debemos seguir nuestro camino poniendo más atención en la Palabra de Dios, que nos libera y nos desapega de tantas cosas que nos limitan y atenazan, y que durará eternamente, que en las cosas de este mundo que acabarán destruidas.

lunes, 25 de noviembre de 2013

NO IMPORTA LA CANTIDAD SINO LA CUALIDAD


(Lc 21,1-4)


No es mejor quien hace más cosas, sino quien las hace de corazón. No se trata de cuantificar ni de poner precio a las cosas, sino de valorarlas por sus buenas intenciones y la bondad de sus actos. Así, lo importante no es la cantidad, sino la cualidad.

Aquellos ricachones ponían sus dineros copiosos en el platillo para ser vistos y para quedar como verdaderos mecenas ante los demás. Era dinero que les sobraba y que, quizás habían ganado con el sudor de otros, pero sus intenciones no eran compartir sino repartir algo de lo que tenian mucho. Sus apariencias de buenas personas quedaba al descubierto por la sabiduría de Jesús que así lo advierte.

Sin embargo, aquella pobre viuda, que muy poco tenía, comparte lo que tiene y lo hace con la sana y buena intención de compartir con los que no tienen. Y eso queda reflejado a la luz de la mirada de Jesús. No importa lo que hagas, porque tu corazón es contemplado por la mirada de Dios, y en él está escrito tus buenas o malas intenciones.

Todo emergerá a la luz, y tanto lo escondido como lo aparentado serán puesto encima de la mesa. Así que mejor actuar con el corazón y no con las apariencias. Y, suele suceder, las grandes obras empiezan por pequeñas acciones que, en el trascurso del tiempo, se convierten en hábitos y buenas actitudes.

domingo, 24 de noviembre de 2013

ENVIDIA SANA

(Lc 23,35-43)


Ser envidioso es malo, sobre todo porque la envidia, como dice San Agustín, es la causa que produce la soberbia. Pero en este caso, no es una envidia ensoberbecida, sino del deseo de ser llamado por Jesús a estar con Él: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Porque esa es nuestra meta, el final de nuestro camino: "Llegar a estar con el Señor para siempre". Y nos parece fácil como lo logró el buen ladrón: Unas simples palabras y ya está. Sin embargo, el profundo arrepentimiento y acto de fe que se libró dentro de su corazón tuvo que ser durísimo y fuerte. No cabe duda que ahí intervino el Espíritu Santo, pero sus intervenciones siempre están precedidas por la libre aceptación y disposición de tu propia libertad.

Porque, por la Gracia de Dios, somos libres, y esa libertad la respeta el Espíritu totalmente. De forma, que si tú no quieres, Él no entra. Así que previamente a su acción, podemos aceptar o no. Y esa es la grandeza del buen ladrón. Mientras el otro rechazaba que Jesús aceptará su Pasión y Muerte, y le tentaba a liberarse y liberarlos, él reconocía sus pecados y pedía su Misericordia.

Una vez más, el Espíritu nos señala el camino por donde debemos caminar para encontrarnos con el Señor. 

sábado, 23 de noviembre de 2013

CUANDO TRATAS DE JUSTIFICARSE

(Lc 20,27-40)

Es lo que sucede cada vez que nuestra soberbia o suficiencia nos impide aceptar la verdad. Queremos dominar y saber más que la Verdad. No nos sometemos a ser dominados. Queremos imponernos. Y es cuando aparece nuestro incosciente autoengaño: "Nos autoengañamos", y buscamos ejemplos o situaciones que nos puedan explicar como tenemos razones para pensar y creer de esa forma.

No es, este nuestro mundo, igual al mundo, por llamarlo así, que estamos llamados. No sabemos, ni podremos saber que nos tiene Dios preparado. Sería, de saberlo, limitar la sabiduría de Dios, y nuestro Padre Dios es Omnipotente e Infinito, y no podemos abarcarlo ni llegar a comprenderlo. Menos entender como seremos o estaremos en el otro mundo.

Aceptamos, por nuestra fe y confianza en su Hijo Jesús, lo que Él nos dice con su Palabra: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.

El Señor tiene Palabra de Vida Eterna.

viernes, 22 de noviembre de 2013

TAMBIÉN HOY HAY PROFETAS QUE NO QUEREMOS VER


(Lc 19,45-48)

Todos los tiempos han sido tiempos de profecía. El camino de salvación está marcado por los designios de Dios que nos va guiando hacia Él. Y cada momento de la historia de ese camino está alumbrado por voces que, en el Espíritu Santo, han gritado y descubierto la vereda por donde se debe ir.

Hoy, yo no me atrevo a señalarlo, hay también voces dentro de la Iglesia o fuera de ella, que gritan y hacen gestos de orientación por donde debe transcurrir el camino hacia la Casa del Padre. De tomar otra vereda podemos perdernos y retrasar nuestra llegada a la verdad o perderla para siempre.

Debemos estar muy atentos, avivar nuestros oídos y encender nuestra escucha, pero sobre todo dejar guiarnos por el Espíritu que sopla y se mueve por y en donde quiere.  Mi Casa es Casa de oración, pero quizás nosotros la estamos convirtiendo también en casa de nuestra oración, no la que quiere el Padre.

Porque orar es dejarnos hacer y actuar en la Voluntad de Dios, no en la nuestra.

jueves, 21 de noviembre de 2013

UN MUNDO DE LÁGRIMAS, PERO TAMBIÉN DE ESPERANZAS

(Lc 19,41-44)


No cabe duda que el mundo en el que vivimos lo podemos mirar desde diversos ángulos o ventanas, que nos depararán diferentes vistas y perspectivas. Así, descubrimos un mundo lleno de resentimientos, de odio, de luchas fratricidas, sangrientas, de guerras y enfrentamientos consecuencias del poder y la ambición.

Pero también, un mundo donde las apariencias y los egoísmos hacen su papel de corrupción, de fraudes, de mentiras, de explotaciones, sometimientos, esclavitudes, desuniones, abortos, eutanasia...etc. Un mundo que no hay por donde cogerlo. 

Apoyados en esa ventana y viendo lo que vemos, nuestras lágrimas inunda nuestras mejillas y sentimos decepción y compasión. Sin embargo, hay otra ventana que nos inunda de esperanza y de luz. Jesús, el Hijo de Dios vivo, ha pagado con su Compasión y Misericordia, entregando su Vida, el precio de la paz; el precio de la concordia y la fraternidad; el precio para que los hombres descubran donde se encuentra lo que tanto buscan en lugares de muerte; el precio del Amor que nos salva.

Lloremos de alegría y de esperanza, porque en, por y con Jesús hemos visto la Luz de nuestra salvación.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

TENEMOS UN TIEMPO PARA RENDIR LO RECIBIDO


(Lc 19,11-28)


El tiempo es el espacio donde tenemos la posibilidad de lograr que nuestra vida sea gozosa y para siempre. Pedir esta gracia es nuestro mayor tesoro. Hagámoslo. 

Y hoy tenemos esa oportunidad, porque Jesús nos descubre que lo recibido, todos nuestros talentos y cualidades son para ponerlas a rendir en función de los demás. No podemos guardar las cosas para nuestra seguridad y provecho, sino que tenemos que arriesgarlas y negociarlas para el bien de todos.

Así, el tiempo de nuestra vida, hasta que el Señor nos llame, está destinado y misionado para hacer realidad esos dones, talentos o cualidades que el Señor ha puesto en nuestras manos. De modo que cruzarse de brazos es negarse a negociar los talentos recibidos.

Y desde aquí, ¿cómo pueden los hombres y mujeres atreverse a quitarles ese tiempo de sus vidas a muchos niños inocentes vivos en el vientre de sus madres? ¿Cuánto bien han podido quitar en uno u otro sentido? Porque para muchos podría ser ese el cometido de su vida, velar por la vida de ese niño.

 La Palabra nos lleva hoy a reflexionar sobre nuestras cualidades. ¿Las estamos poniendo al servicio de los demás?





martes, 19 de noviembre de 2013

¿ME PONGO EN LUGAR DE ZAQUEO?

(Lc 19,1-10)


Las palabras cuando se escuchan, si no tomas tú su lugar, ellas siguen y se van movidas y balanceadas por el viento. Sólo se pararan y anidaran cuanto tú las detengas y las acojas en tu corazón. Así si tendrán vida y actuarán en tu vida. Creo que muchas palabras que han pasado por mi vida han tomado la dirección que le viento les ha dado. Pocas se han hospedado en mi corazón. Sólo se me ocurre decir: ¿Dios mío, gracias porque sé que me perdonas".

Pero, no por eso no dejo de sentir vergüenza, mucha vergüenza, y más cuando descubres que te das cuenta. Quizás, de todas las que se han ido, no tenga mucha responsabilidad, pues no había caído en la cuenta. Pero de las de hoy en adelante empezaré a temblar, porque la Palabra actúa cuando tu la acoges e impides que el viento se la lleve.

Hoy mi nombre es Zaqueo. El Señor en él me llama a mí y se autoinvita a comer conmigo. Me dirás muchas cosas, que si abro mi corazón empezaré a oírlas. Pero, ¿tendré el valor de actuar como Zaqueo? Tiemblo porque mi compromiso se tambalea y mis fuerzas quedan en ridículo. Sin embargo, sé que el Espíritu Santo sigue ahí, quizás con una sonrisa compasiva y misericordiosa, pero animándome a que con Él puedo lograrlo. Jesús no nos pide cosas imposible, sino las que su Padre les ha dicho.

Intentar, esforzarnos, orar y pedírselo es el reto y compromiso adquirido. De repente, experimentas que la vida cambia, que la oración se fortalece; que la necesidad de buscarle, de alimentarte de su Vida, de hablar y agarrarte a Él es lo primero, lo más importante de tu vida. Claro, así la ilusión, a pesar de todas las dificultades, crece y aumenta y experimentas como Zaqueo que puedes llegar a compartir y repartir tu vida y tus bienes con los demás. 

La Gracia del Señor se encargará del resto al que tú ni yo llegamos.

lunes, 18 de noviembre de 2013

PARA PEDIR, PRIMERO HAY QUE SENTIRSE INDIGENTE

(Lc 18,35-43)


No piden los que tienen, ni, al menos en mi tiempo, le dan becas a aquellas familias pudiente y que pueden dar económicamente estudios a sus hijos. Las becas deben ser para los necesitados cuyos esfuerzos las demandan y las necesitan para alcanzar sus objetivos.

Pedir exige primero sentirse indigente, necesitado y carente de lo necesario para vivir. Bartimeo era ciego y necesitaba ver, porque sin vista, en aquellos tiempos, estabas perdido. Y oído que Jesús pasaba por allí no lo dudó ni un instante. Inmediatamente empezó a llamarle, y a pesar de que le increpaban para que se callara, él seguía cada vez con más fuerza.

Y Jesús, que nos ha aconsejado en insistir, no se hizo de rogar. Le llamó y escuchándole su petición le curó su ceguera. Hoy quizás la vista no nos impide quedarnos marginados. Hay personas invidentes que son famosas y notables figuras de nuestro mundo actual. Pero quizás, si podemos padecer otras clases de cegueras: orgullo, suficiencia, soberbia... que nos impiden no sólo ver sino también pedir.

La Palabra del Señor, nos habla hoy de la necesidad de pedir, pero también de la necesidad de sentirnos necesitados e indigentes para suplicar su presencia y su sanación. ¿Estás tú, cómo también yo, necesitados del auxilio del Señor?

domingo, 17 de noviembre de 2013

NUESTRA HERENCIA: PERSECUCIONES, DIFICULTADES Y MARTIRIOS

(Lc 21,5-19):


Ese es el camino, porque caminamos por un mundo de valores contrario a los que nos señala Jesús de Nazaret. Mientras el mundo espera la muerte sin enfrentarse a mirarla, los cristianos esperamos la segunda venida de Jesús y, por Él, nuestra salvación.

Por eso conviene no desfallecer y mantenernos firme, no haciendo caso a todo lo que se nos diga contrario a la Palabra del Señor. Sufriremos persecuciones, guerras, catástrofes naturales, cárceles, persecuciones, divisiones y hasta traiciones familiares. Seremos también rechazados y odiados por causa del nombre del Señor Jesús, pero al final, si perseveramos seremos salvados.

Es promesa y Palabra del Señor y en Él creemos. Pidamos la fuerza y la sabiduría de ser pacientes, y no dejarnos vencer por nuestros miedos y tribulaciones, sino todo lo contrario: ánimo y coraje para vivir como cristianos ejemplares en medio de todas estas dificultades.

sábado, 16 de noviembre de 2013

PERSEVERANCIA

(Lc 18,1-8)


La oración demanda perseverancia. De otro modo dejaría de ser oración para convertirse en petición de favores según convenga. Así no me acordaré de rezar sino cuando necesite algún favor. Y si estoy muy convencido de que lo podré lograr insistiré en pedirlo, más si no es así terminaré por dejarlo.

Dependerá, pues, de mi fe que continúe o no. Esa insistencia, consecuencia de mi fe, hará que mis rezos de petición se vayan convirtiendo en oraciones de relación, donde hay un diálogo de hijo a Padre, y de Padre a hijo. Porque orar viene a ser eso precisamente: Es ese impulso que te lleva a buscar y hablar con Dios. Un Dios que es tu Padre, y que como Padre te escucha y te da lo que necesites para que vivas eternamente feliz en su Casa.

Debemos tener claro que un Padre siempre estará presto a atendernos, pero también que debemos insistir y pedirle aquello que necesitemos. Porque en el tiempo de nuestra insistencia nos daremos cuenta que lo que se nos ha dado es precisamente lo que nos convenía. Pidamos fuerza y voluntad para entender que nunca debemos dejar de orar, incluso en esos momentos que pensamos que no somos escuchados, porque el Padre siempre está ahí y nos ve y escucha.

viernes, 15 de noviembre de 2013

PREOCUPADOS POR VIVIR EN ESTE MUNDO

(Lc 17,26-37)
 
Es lo que vemos a nuestro derredor:  todo el mundo tratando de procurarse una vida más placentera y agradable. Y no es que eso esté mal, sino será malo cuando centramos todos nuestros esfuerzos en eso, cuando son solo medios para vivir y darse en generosidad y caridad a los demás. Así ha ocurrido en otros tiempos (Noé, Lot) y lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del Hombre.

Por eso, nuestra vida es algo más que estar preocupado por ella y sólo pensando en ella para el disfrute y placer. Nuestra vida es el espacio donde tenemos que ganarnos la otra, la verdadera y eterna. No es que nuestros méritos valgan para eso, pues todo es pura Gracia de Dios, sino que si no atendemos a estar más sensibles y preocupados con lo que ocurre a nuestro derredor, nuestro final puede parecerse a los ya vividos en los tiempos de Noé y Lot.

Hagamos un parón en nuestra vida y pensemos que estamos aquí para algo superior a lo que este mundo nos ofrece. El mundo es el medio donde podemos ganarnos el gozo y la dicha de ser feliz eternamente, pero nunca de la manera que lo hacemos cuando sólo pensamos en nosotros.


jueves, 14 de noviembre de 2013

¡ESTÁ YA ENTRE NOSOTROS!

(Lc 17,20-25)


Estamos ciegos, porque cuando amamos experimentamos que la paz y la alegría bullen dentro de nosotros. El Reino, reina, valga la redundancia, en nuestro corazón y nos sorprenderá cuando menos lo esperemos. No sabremos ni la hora, ni el lugar ni el momento, sólo que vendrá. No podremos verlo ni seguirlo, porque, el Reino, aparecerá como relámpago fulgurante, tal cual nos dice hoy el Evangelio.

Sin embargo, nuestras experiencias de verdadero amor, darnos gratuitamente por el bien del otro, no nos descubren la inmediata cercanía del Reino. Nuestros ojos, encandilados por las luces de este mundo, están cegados y caminan en la oscuridad. No busquemos el Reino donde no está, porque palpita dentro de nuestro corazón.

Antes, el camino no se presenta agradable. Su trazo está lleno de dificultades, oscuridades y sacrificios. Es la prueba que exige el amor. Pero detrás de esa montaña, difícil y empinada para subir, brilla con luz propia el encuentro con Aquel que ha de venir, porque encontrados con Él, el Reino ya se ha hecho presente.

¿No lo has experimentado? Búscalo y experimentarás esa cercanía que presiente la llegada del Reino. Porque en Él, Jesús, está el Reino.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

SENTIR AGRADECIMIENTO

Lc 17, 11-19


Cuando la necesidad apremia pedimos ayuda. Y lo hacemos de forma muy suplicante y prometemos un agradecimiento eterno. Y es verdad, posiblemente lo sentimos y lo pensamos cumplir, pero luego la realidad nos revela que con mucha frecuencia nos olvidamos de hacerlo.

No encuentro ninguna explicación para que procedamos de esa manera, pero experimento que nos sucede y que todos estamos sujetos a esa debilidad. La única salida que le veo es pensar en nuestra fragilidad humana, débil y pecadora, que se experimenta tocada y limitada por el pecado original. Somos de barro y sanados de la enfermedad, sintiéndonos fuertes experimentamos bastarnos por nosotros mismos y olvidamos pronto la gratitud a quien nos sanó.

Hoy, Jesús se sorprende de la gratitud de los diez leprosos curados. Sólo uno, precisamente el más alejado y desvinculado del pueblo de Dios, vuelve eufórico dando gracias hasta postrarse a los pies de Jesús. ¿Es qué no fueron curados diez? ¿Dónde están los otros nueve? Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

¿Seremos también nosotros salvados por nuestra fe?  ¿Tenemos una fe que nos impulsa a sentirnos agradecidos por todo lo recibido? Y en las tribulaciones, tragedias o fracasos, ¿descubrimos también la necesidad de experimentarnos agradecidos de Dios?

martes, 12 de noviembre de 2013

¿ACASO MEREZCO RECOMPENSA?

Lc 17, 7-10

Lo decimos y lo sabemos, pero no lo asumimos, porque en el fondo de nuestro corazón, aunque quizás pensamos que no tenemos derechos, nos ensoberbecemos cuando no nos dan la recompensa que nosotros pensamos merecer. Prueba de ello es las veces que nos enfadamos y damos la espalda a Padre Dios.

Muchos alejamientos de nuestra Madre Iglesia son como consecuencia de que la vida no nos va como nosotros pensamos que merecemos, y le echamos la culpa a Dios pensando que no nos trata como nosotros merecemos. ¿No es eso así? Por lo tanto, aunque no lo pensemos, si creemos, porque esa es la realidad, que merecemos lo que nuestro Padre Dios nos ha prometido totalmente gratis y de regalo. Simplemente por amor.

Jesús nos lo dice hoy en el Evangelio: En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’».

Si nosotros procedemos así, lo mismo debemos proceder como siervos inútiles que somos del Señor. Eso nos ayudaría a comprender y a abajarnos humildemente.

lunes, 11 de noviembre de 2013

CONSECUENCIAS DE NUESTRO ACTUAR



No se trata de alborotar ni de armar escándalo en el sentido estricto de la palabra. Se trata de que nuestro actuar deja consecuencias que puede intoxicar o purificar a los demás. En uno u otro sentido decimos que escandalizamos a los demás, sobre todo a los más indefensos e ingenuos, que como siempre son los más débiles y pequeños, es decir, los niños, cuando les inducimos a cometer malas acciones.

Es tan importante y grave que Jesús dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños».

Por eso, como somos débiles y propensos a tropezar con la misma piedra, necesitamos orar y alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre del Señor para, arrepentidos, liberarnos de la tentación y provocación de escandalizar. Tenemos la promesa del perdón, y experimentamos que, por la Misericordia de Dios, somos sostenidos y perdonados siempre que nos duela nuestra actuación y nos arrepintamos de corazón.

De la misma manera tendremos que perdonar nosotros cuando, reprendido el pecador, presente un corazón sincero y arrepentido. Porque sin arrepentimiento no hay perdón, condición indispensable para que el perdón se produzca. Así, descubrimos que, siempre que sintamos dolor y arrepentimiento por el mal hecho a alguien, encontraremos la comprensión y Misericordia del Padre Dios.

Pidamos que el Señor, como hicieron los apóstoles, nos aumente nuestra fe, porque es tan pequeña que se resquebraja al menor descuido y tropiezo.




domingo, 10 de noviembre de 2013

UNA INTELIGENCIA LIMITADA

(Lc 20,27-38)


Es una presuntuosidad querer entender lo que nunca podremos entender. Querer saber lo que Dios, nuestro Padre, les tiene preparado a aquellos que alcancen el Cielo es como querer meter las aguas de los océanos en un pequeño hoyo de arena.

 Al ser preguntado Jesús por unos saduceos, Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.

Nunca podremos saber lo que nuestro Padre Dios nos tiene preparado, y tratar de empeñarnos en entenderlo es perder el tiempo y quizás alejarnos de su presencia. Porque nuestra razón es utilizada, si le dejamos, por el diablo para plantearnos interrogantes que nos hagan dudar y desconfiar.

Me quedo, e invito a quedarnos con la esperanza y la confianza en la resurrección. Eso es lo importante. Saber que aquí no acaba nuestra vida, sino que es un paso para comenzar otra. Otra que no podemos imaginar como será, pero que, según la Palabra del Señor, es algo tan grandioso que no nos cabe en nuestra pequeñita cabeza.

sábado, 9 de noviembre de 2013

ATENDIENDO A SUS INTERESES

(Jn 2, 13-22)


Rezamos y cumplimos nuestros compromisos u obligaciones, pero nuestro corazón está partido. A media con la ley y a media con Dios. En él hay quizás más de este mundo que del Reino de Dios. Nuestras primeras prioridades siguen siendo las de aquí abajo, las materiales, las caducas: riquezas, poderes, la ambición de tener más que el otro... Así, todo lo que tocamos lo corrompemos. 

Nos buscamos, y en esa búsqueda egoísta excluimos a todos y todo lo demás. Sólo pintamos nosotros y nuestros intereses. No es de extraño, contemplando todo esto, que nuestros templos sean lugares de reunión pero no de celebración y encuentro con el Señor. De alguna forma continuamos vendiendo, comprando, cambiando nuestros intereses y autoengaños de hoy.

Necesitamos purificarnos y limpiarnos por fuera, pero más por dentro, para que, convertido nuestro corazón, convirtamos también el lugar donde nos reunimos y nos encontramos sacramentalmente con el Señor.

Dejemos entrar la Gracia del Espíritu Santo en nuestro corazón, para, transformados, adoremos al Señor en espíritu y en verdad.

viernes, 8 de noviembre de 2013

ME SORPRENDE QUE TÚ NO ACTÚES IGUAL

Lc 16, 1-8

Esa es la pregunta que muchas veces me hago: ¿cómo es posible que las personas vayan por la vida sin pensar en el momento de la muerte? Porque si así fuera, su actitud y su manera de vivenciarla sería diferente. Porque, ¿qué pasará cuando llegue el momento de mi despido? Despido de este mundo. ¿De y cómo voy a vivir en el otro?

Hoy, el mayor problema de todos los españoles es el paro. La gente se pregunta cómo voy a vivir si no consigo un trabajo. Es la misma pregunta que se hizo el administrador infiel: ¿Y ahora qué? Y su inquietud y preocupación le llevó a actuar de una manera determinada. Trato de buscar soluciones a su despido y a su futuro, y lo puso por obra. Esa actitud la alabó el Señor, porque descubre astucia y disposición a moverse y tomar riesgos. Riesgos porque quiere salvar su futuro.

¿Y nosotros? ¿Qué hacemos para solucionar nuestro futuro? Porque el trabajo y la vida de este mundo termina para empezar otra. Eso nos ha prometido Jesús, y su Palabra es Palabra de Vida Eterna. Él ha vencido la muerte y, también nosotros la venceremos en Él. ¿Qué hacemos, como ese administrador infiel, para salvar nuestro futuro? La solución está en nuestras manos, porque las del Señor no fallan.

jueves, 7 de noviembre de 2013

SE NOTA CUANDO ALGO LLENA TU CORAZÓN

Lc 15, 1-10


No hace falta tantos cuidados o preparación, los sentimientos no se pueden esconder y cuando el corazón está lleno de ellos, ellos brotan y contagian. Hablan y transmiten lo que bulle y arde dentro de sí, y proclaman a los cuatro vientos que Jesús es el Hijo de Dios.

Eso quizo decir Jesús a los fariseo y escribas cuando les dice la parábola de la oveja perdida. O la de la mujere que teniendo diez dracamas, una se le pierde. Tanto en uno u otro caso la fiesta es el motivo principal por haber hallado a la oveja o encontrado la dracma. 

Sí, porque es una Fiesta descubrir y encontrar a Jesús, el Hijo de Dios vivo. Porque cuando se encuenta, se nota. El corazón se llena de alegría, de gozo y de paz, y rezuma esperanza y deseos de transmitirlo y contagiarlo. La vida se llena de colores y se hace Fiesta, porque ha entrado la salvación, la verdadera salvación en nuestro corazón.

Y eso no se puede improvisar, aparentar, falsear... porque también se nota y termina por hacer mucho daño. Cuando el encuentro se lleva guardado en el corazón, brota como la semilla, muere y da frutos.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

SEGUIRLE ES DEJAR LO DEMÁS DETRÁS

(Lc 14,25-33)

Alguien se compromete con una tarea concreta, supone que esa tarea será cumplida en plenitud. Incluso por encima de otras cosas, salvo causas muy justificadas de índole familiar o laboral o de enfermedad. Se supone también que el sentido común nos dice eso y lo consideramos lógico y normal.

Sin embargo, el Reino de Dios no es de este mundo y en él nuestra lógica no tiene cabida. Seguir al Señor es seguirle por encima de todo. Sean las causas que sean. Eso no significa que cosas muy importantes, como las ya nombradas, se dejen a la deriva o no se atienda como nuestra razón, compromiso y corazón nos señala e indica. Pero sin dejar de ver la prioridad de dejar todo para seguir al Señor.

Porque no podemos estar a dos velas, y justificar unas cosas cuando nos interesan otras. Seguir a Jesús es plantearse toda nuestra tarea desde ese compromiso y seguimiento. Que muchas veces coincide con el que nosotros pensamos debemos hacer. Porque cuando el amor dirige nuestra vida, por amor al Señor, todo lo demás tiene su justo tiempo, su servicio y compromiso y su entrega. Pues es de eso de lo que se trata cuando decidimos seguir al Señor.

Y en ese seguimiento, garantizamos recibir y tener las necesarias fuerzas para llevar a cabo esas tareas que nuestra vida nos demanda en el camino que recorremos junto al Señor.

martes, 5 de noviembre de 2013

ESTAMOS INVITADOS



Nadie está excluido, sin embargo muchos se excluyen por sí mismo. La parábola que Jesús nos cuenta hoy, explica muy claramente lo que ocurre en la realidad. Todos estamos invitados y llamados a gozar de la vida eterna en plenitud, pero muchos la rechazan porque, al parecer, tienen cosas más importante que atender.a

Porque según donde pongamos nuestro corazón, pondremos nuestras inquietudes y nuestras valoraciones. Así damos más importancia, por paradójico que parezca, a las cosas de este mundo: dinero, riquezas, bienes, poder, placer...etc., que a los valores espirituales y, sobre todo, a la Vida de la Gracia que Jesús nos ofrece como Camino para conseguir lo que realmente buscamos: la Vida Eterna en plenitud de gozo y felicidad.

Así, todos estamos llamados a participar y gozar de ese banquete al que, muchos, como nos cuenta la parábola (Lc 14, 15-24) rehusan asistir por asuntos que consideran más importante. Asuntos que, por propia experiencia, experimentamos caducos y que al final de nuestra vida no valen para nada.

Pidamos paz, sabiduría y fortaleza para encontrar luz que nos alumbre el camino que nos conduzca al banquete eterno que estamos invitado.


lunes, 4 de noviembre de 2013

ESÉÑAME A DAR SIN ESPERAR RECIBIR


Lc 14,12-14)

Por inercia, sin apenas tiempo para pensarlo, en décimas de segundo, cuando damos esperamos recibir. Es nuestra condición pecadora, humana, imperfecta, egoísta la que nos traiciona. No podemos evitarlo. Nuestros pobres criterios, no vemos más, exigen dar y recibir. Tanto doy, tanto recibo. Y nuestra jerarquía de valores se mide en base a esas dádivas.

De tal forma que, quien no tiene nada que dar, poco recibirá, y disimuladamente será excluido o apartado del grupo de los privilegiados. Y eso, también nos lo dice el sentido común, no es amor. Eso es egoísmo aunque nuestro lenguaje farisaico lo disfrace de amor. Jesús lo denuncia y hoy nos lo recuerda:

«Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».

No hay duda. Queda bastante claro, y lo entendemos todos. Se trata de amar sin esperar nada a cambio, y la mejor oportunidad para eso es dar a quien no te pueda pagar. Es la prueba del algodón porque ahí la apariencia brilla por su ausencia.

Recemos para que nuestros actos estén guiados por el verdadero amor, que no busca la conveniencia, sino el interés y bien del otro sin esperar nada a cambio.

domingo, 3 de noviembre de 2013

LA INQUIETUD DE CONOCER


(Lc 19,1-10)

Curiosidad, inquietud o simplemente deseos de conocer son los móviles que nos impulsan a movernos y tratar de encontrarnos con ese Jesús del que tanto se habla. Su personalidad atrae y despierta curiosidad, y Zaqueo, aquel jefe de publicano, se sintió atraído por la Persona de Jesús.

Y no reparó en gestos o esfuerzos para tratar de satisfacer esa curiosidad, hasta el punto de subirse a un árbol, pues era pequeño de estatura, con el fin de conseguir verlo. Su inquietud por conocerlo superaba a sus miedos al ridículo o al compromiso. Nunca sabremos como transcurrió aquella conversación de Zaqueo con Jesús, pero si sabemos los resultados de la misma.

Zaqueo transforma su vida, hasta el punto de compartirla con los más desfavorecidos y adquiere el compromiso de restituir cuatro veces más a todo aquel del que considere haberse aprovechado. Queda al descubierto que el encuentro de Zaqueo con Jesús tuvo sus consecuencias y compromisos, y es que sólo hay encuentro cuando de él se desprenden cambios y transformación en la vida de la persona.

¿Está nuestra vida sufriendo y descubriendo ante los demás estos cambios y transformaciones? ¿Hay respuestas al encuentro con Jesús que transforman mi vida?



sábado, 2 de noviembre de 2013

SÓLO NOS PIDE NUESTRAS MISERIAS

(Lc 23,33.39-43)

Un padre siempre es un padre. Es verdad, que aquí en la tierra hay algunas excepciones, pues los hombres están tocados por el pecado y su humanidad, débil y pecadora, se comporta de forma egoísta hasta siendo padres. Sin embargo, el sentido común y la lógica nos invita a experimentar que un padre siempre está dispuesto a dar todo por un hijo. 

Si esto es así respecto a nuestros padres de la tierra, ¿qué será con respecto a nuestro Padre del Cielo que entregó a su Hijo a una muerte de Cruz por cada uno de nosotros? Nuestro Padre sabe de nuestras miserias y pobreza; sabe de nuestras debilidades y limitaciones. Y sabe lo difícil que supone para nosotros mantener la integridad y la limpieza de corazón. ¿Y sabiéndolo se entregó a una muerte de Cruz por nosotros?

Así es, y eso fue lo que experimentó el buen ladrón cuando sientiendo el dolor y sufrimiento de Jesús a su lado, quedó conmovido, e iluminado por el Espíritu exclamo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino».

Gracias Señor por ese santo temor que me mueve a experimentar que Tú eres verdadero Hijo de Dios. Y, repitiendo las sabias palabras del buen ladrón, con él quiero pedirte yo lo mismo con la esperanza de poder escuchar, por tu Amor y Misericordia: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».

viernes, 1 de noviembre de 2013

EN COMUNIÓN CON LOS QUE YA HAN LLEGADO

(Mt 5,1-12a)

La comunión de los santos, la festividad que hoy celebramos, es la unión de todos, los que ya han llegado y gozan de la felicidad eterna junto al Padre, ¡dan envidia!, y de las que caminamos todavía en este mundo en dirección a la Casa del Padre. También de aquellos que esperan en el camino purificar sus pecados (Purgatorio)  hasta quedar limpios y entrar en el Reino del Padre Dios.

Es día y momento de celebrar de manera marcada y especial la Vida. Bien es verdad que la celebramos todos los días, pero hoy lo hacemos sobresaltando esta esperanza y realidad a la que aspiramos llegar todos. Y el camino queda marcado y señalado por el sermón que Jesús dirige hoy a la muchedumbre concurrida en aquel monte.

Porque estar junto al Padre y gozar de su presencia, presupone todo lo que Jesús nos proclama en el Evangelio de hoy: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Vivir según este estilo de vida que Jesús nos marca, es caminar bien orientado y con paso firme a compartir con los santos que ya han llegado, esa unión que precisamente hoy celebramos.