jueves, 28 de noviembre de 2013

EN EL CAOS, NUSTRA ESPERANZA SE MANTIENE

(Lc 21,20-28)


Se suele oír, a la hora de sufrir, que "no hay mal que cien años dure". Esta es la experiencia y la esperanza que los hombres mantienen en los momentos más trágicos de sus vidas. La esperanza de que todo acabe algún día te mantiene vivo y con el entusiasmo necesario para continuar la lucha.

Pues bien, los cristianos tienen un motivo más para estar esperanzados. Y no es un motivo cualquier, uno entre tantos, ¡no!, se trata de la Palabra del Señor que nos dice: ... Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

Son Palabras de mucha esperanza, y para afirmarnos en la fe que nos mueve. Porque los creyentes en Jesús esperamos su venida como la liberación y salvación de todos los que creemos en su Palabra y nos esforzamos en vivirla.

Y, refiriéndonos al dicho popular, "no hay mal que cien años dure", podemos afirmar que eso es lo verdaderamente importante. Importa el final, porque de nada vale escapar al principio, para caer al final.

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