sábado, 21 de diciembre de 2013

LA PALABRA DEL SEÑOR SE CUMPLE

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(Lc 1,39-45)


Hay muchas dudas y mucha gente que duda, y también muchos creyentes que dudan. La duda es una compañera de viaje que nos acompaña y acompañará toda nuestra vida. Sin lugar a duda, la duda es signo del pecador y necesaria para que el Médico sane a los enfermos de dicha enfermedad. Porque son los enfermos los necesitados de sanación.

La fe se planta como una semilla, semilla que sólo Dios posee, y crece poco a poco en la medida que es regada con el agua de la Gracia. María fue bañada en Gracia, por la Gracia de Dios, porque su corazón estaba expectante y bien abonado a fin de que la Semilla Divina fructificara en el Mesías Salvador, el Hijo de Dios hecho Hombre.

María no dudó en aceptar la Voluntad de Dios sin entenderla, y le entregó su corazón. Y es que la fe no se puede razonar a pesar de que hay mil razones para razonarla. Sin embargo, para entender que Dios se hizo hombre, sólo se puede creer sin más. Es un don de Dios y como tal no cabe en nuestra cabeza. Sólo su Gracia puede iluminarnos y darnos la capacidad de entenderlo.

María partió en servicio a casa de su prima Isabel. La Madre del Hijo de Dios, humilde y disponible, para servir. Y su prime Isabel es privilegiada al, llena del Espíritu Santo, proclamar y descubrir la Encarnación en el vientre de María. Juan el Bautista, en el vientre de su madre Isabel, acoge, salta de gozo y celebra la Concepción Divina del Hijo de Dios.

La fe, don de Dios, nos es revelado en María, en la visitación a su prima Isabel y en el salto, por obra del Espíritu Santo, de Juan el Bautista en el seno de su madre.

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