viernes, 1 de febrero de 2013

LA GRACIA DE LOS FRUTOS

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Mc 4,26-34
Ineluctablemente el fruto emergerá salga el sol por donde salga, porque sembrada la semilla se encargará la tierra de dar frutos por sí misma. Son las palabras que el Evangelio de hoy nos proclama. No dependen los frutos de nosotros, pues estaríamos apañados si así fuera. Dependen de la Gracia de Dios que nos permite que nuestros esfuerzos tengan frutos.

En vanos se cansan los albañiles si no es Dios que construye la muralla. Y es que muchas veces nos creemos que los resultados dependen de nosotros y nos equivocamos profundamente. Y esa preocupación no puede desviar del criterio que todo está en Manos de Dios.

No nos afanemos en construir ni multiplicar nuestras obras, pues, sin dejar de esforzarnos en nuestro trabajo, sepamos y tengamos presente que todo está en Manos de Dios. Él es el Principal Sembrador y Labrador de nuestra personal tierra y del universo entero. Hagamos nuestro trabajo, pero sin perder de vista que todo depende de su Gracia.

Esforcémonos en amar y amar. Amar todo lo que nos rodea, empezando por nuestras familias, nuestros compromisos y responsabilidades, nuestros amigos, vecinos... Que todo lo que toquemos quede impregnado del esfuerzo por hacer presente el amor de Dios, y los frutos crecerán sin darnos cuenta, crecerán hasta hacerse árboles grandes en nuestro propio jardín.