lunes, 27 de enero de 2014

JESÚS EXPULSA DEMONIOS

(Mc 3,22-30)


Cuando alguien pisa nuestro terreno le paramos el carro. No nos gusta que invadan nuestros criterios, nuestros pensamientos y, menos, nuestra religión, y quizás, nuestra voluntad. Nos cuesta mudar nuestra piel y respirar un aire puro y nuevo que nos renueva y nos transforme cambiando nuestra manera de pensar.

Y nos resistimos a dejar entrar ese aire puro, suave, transformador que nos mude nuestro corazón en un corazón nuevo, sencillo, humilde, generoso y capaz de amar. Y justificamos nuestras actitudes cerradas y egoístas dando razones para rechazar a todos aquellos que se atrevan a invadir nuestro coto cerrado.

Así criticaron el Mensaje y la obra de Jesús, hasta el punto de acusarlo de ser cómplice de Beelzebul. Están cerrados a la evidencia y al sentido común, pues el propio Beelzebul no se va a expulsar al mismo. Toda división interna deriva en enfrentamientos, caos y muerte. Experimentamos que la familia, grupos y hasta la misma Iglesia padece esa enfermedad.

Y sólo la acción del Espíritu Santo nos limpia y nos guarda de ser presa de la misma. Por eso, el rechazo al Espíritu Santo no se perdona, pues si se le impide actuar, por el don de nuestra libertad, nada puede hacer.

Pidamos al Señor que nuestro corazón quede abierto a la acción del Espíritu Santo, y que la Gracia del Padre alimente y transforme nuestra vida según su Voluntad.

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