miércoles, 9 de abril de 2014

¿REALMENTE SOMOS LIBRES?

(Jn 8,31-42)


Cuando nos atrevemos a reflexionar sobre la libertad, nos damos cuenta que nuestra libertad, valga la redundancia, no es libre sino que está sometida al pecado. Pecado de lujuria, pecado de soberbia, pecado de venganza, de odio, de egoísmo, de riqueza, de poder, de suficiencia, de pereza, de comodidad, de ira, de desobediencia, de...etc. La lista en numerosa y ancha, de ahí el peligro de escoger el camino de la puerta ancha y espaciosa.

Porque el pecado nos somete, no nos deja ser libres para elegir ese deseo profundo que habita en nuestro corazón y nos llama al amor, a hacer el bien, a desear la concordia, la justicia, la paz y la fraternidad entre todos los hombres. Porque el pecado nos arrastra e inclina a desobedecer, a dejar nacer y crecer dentro de nosotros esos sentimientos de soberbia, de ira, de lujuria, de venganza...etc. 

Entendemos de forma clara que lo que nos somete nace y tiene vida dentro de nuestro corazón. Ahí dentro nace el pecado y es ahí donde se ensucia nuestro corazón, no con las cosas de afuera. Sólo Jesús nos puede dar esa libertad que deseamos y queremos. Él, que es la Verdad Absoluta, nos hará libres rompiendo esas cadenas de esclavitud que nos someten.

Señor, Tú eres nuestra libertad y nuestra verdad. Sólo en Ti podemos romper esas cadenas de esclavitud que nos impiden ser y actuar como verdaderamente queremos ser. Danos tu Gracia para poder liberarnos. Amén.

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