miércoles, 21 de mayo de 2014

¿A DONDE VOY SIN TI, SEÑOR?

(Jn 15,1-8)


Mis frutos sin tu Agua, Señor, serán frutos sin sabor, insípidos y finitos. Frutos perecederos y sin el gusto de la alegría y el gozo. Frutos que dejan olor a vacío y podredumbre y que florecidos se corrompen en el tiempo y el sin sentido. Por eso, Señor, mis frutos tienen que venir de tu cultivo de amor y del riego de tu Savia de Gracia que me alimenta y me fertiliza.

Necesitamos permanecer en el Señor, porque sin Él nada somos ni nada podemos hacer. Nos lo dice Él mismo, y nos lo corrobora nuestra propia experiencia. Todo lo que sale de nosotros es caduco y perece. Nuestros frutos serán frutos caducos y perecederos. Solo en Él daremos frutos de vida eterna. Frutos de verdadero Amor porque están regados con su Gracia.

El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.Son Palabras de Jesús que nos previenen y nos invitan a caminar injertados en Él. Porque por nuestra cuenta estamos perdidos. Ocurrió con nuestros primeros padres y nos ocurre también a nosotros. Somos tentados por el demonio a caminar por nuestra cuenta creyéndonos suficientes y no necesitados del Señor.

Pidamos tener en cuenta la Luz que nos ilumine para tomar conciencia que sin el Señor nada conseguiremos. Y pidámosle al Espíritu Santo que nos oriente y nos lleve por el camino de permanecer injertados como sarmientos en la Verdadera Vid que es el Señor Jesús.

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