sábado, 10 de mayo de 2014

NUESTRA RAZÓN NO ALCANZA A COMPRENDER

(Jn 6,60-69)
 
Estoy delante de Ti, Señor, y mi fe me dices que ahí, bajo las especies de pan y vino, estás Tú, real y Vivo. Y yo lo creo, y me postro ante Ti. Sin embargo, creo que mi fe no es todo lo grande que a mí me gustaría que fuese. Quisiera creer más, como Pedro que mandó a caminar al paralítico Eneas y resucitó a Tabita( Hechos 9, 31-42). Quisiera tener esa fe que mueve montañas y que Tú nos has dicho.

Pero también me asaltan mis dudas, como le ocurrió a Pedro cuando se hundió en las aguas. Sé que no soy digno de merecerte Señor y mi fe es débil y pobre hasta el punto de perder la esperanza si la paso por mi razón de hombre viejo y duro. No, Señor, quiero confiar en Ti y abandonarme como un niño confiado en tus Manos y esperar tu Misericordia y tu Bondad.

Eres Tú, Señor, quien dispones y repartes de forma sabia y justa, y en Ti pongo mi confianza. A mí me corresponde obedecerte y fiarme de tu Palabra. El mundo no me satisface y su justicia brilla por su ausencia. La alegría que viene del mundo es una alegría efímera que no sacia y deja vacío. Sin embargo, Tú, Señor llenas plenamente y tu alegría y paz inunda mi ser.

No quiero pensar ni tampoco reflexionar tus Palabras. Mi inteligencia no alcanza, como ocurrió con tus discípulos, a comprenderte, y como Pedro, quiero también proclamar: ¿a quién iré Señor? Por que mi corazón me dice que sólo Tú tienes Palabra de Vida Eterna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.