viernes, 27 de junio de 2014

ESCONDIDO A LOS SABIOS E INTELIGENTES


(Mt 11,25-30)

Ocurre que a las personas inteligentes y sabias se les esconde la luz de la fe. Y se le esconde porque su inteligencia les ciega la mente y les envuelve en la oscuridad. No cabe duda que el sabio busca entender las cosas por su propia razón, y cae en la red de su propia ignorancia. Porque Dios es ininteligible por la razón humana. Dios es un misterio y sólo por la fe podemos creer en Él.

Es obvio que muchos se aprovechan de este vacío misterioso para negar la existencia de Dios y su Palabra. Son los sabios e inteligentes que sólo aceptan lo que sus inteligencias les puede demostrar. Cerrados a toda Palabra de Dios y a toda razón que les señala el sentido común y las pruebas de la Resurrección del Señor. Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, fue muerto y resucitado y muchos son testigo de este acontecimiento, pero muchos otros lo niegan.

Se necesita la sencillez y la simplicidad de los niños para creer, y para abrir nuestro corazón al don de la fe que Dios nos regala a todo aquel que se abre a recibirla. Son sólo a  los pequeños, a los que les ha sido revelado el misterio de Dios, porque son los pequeños los que se abren y disponen a recibirlo. Y los que están dispuestos a apoyarse y descansar en el Señor.

«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

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