martes, 29 de julio de 2014

"YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA: EL QUE CREE EN MÍ, AUNQUE HAYA MUERTO, VIVIRÁ"

Jn 11, 19-27


No se puede pedir más, y estamos obligados, diría yo, a creer en Jesús, el Señor. Entre otras cosas porque es precisamente eso lo que perseguimos y buscamos todos. Todos sentimos la esperanza y el anhelo de ser feliz, y de serlo para siempre, es decir, eternamente. Si es eso lo que sentimos, ¿por qué no creerlo cuando Alguien nos lo ofrece?

Pero, quién nos lo ofrece no es cualquiera, sino Alguien que tiene autoridad y poder para ofrecérnoslo, y nos lo demuestra con la resurrección de su amigo Lázaro. No hay nadie que pueda hablar de esta forma y dar autoridad y verdad a sus Palabras. En verdad, nadie. Es tan contundente su testimonio que no hay palabras que puedan negarlo. Ante tal proclamación, sólo puedes rechazarla con falsedad, hipocresía y autoengaño, hundiéndote en el sin sentido y el disparate.

Porque en este mundo todo, sin Él, está hueco, vacío y carece de sentido. Nada, aunque aparentemente reluzca como el oro, se sostiene en el gozo y la paz que da el permanecer en la presencia del Señor. No cabe duda que necesitamos perseverar en la fe, porque de no necesitarla, tampoco necesitaríamos ser libres, pues en cuanto gocemos de la vista del Señor ya no desearíamos otra cosa. En Él seríamos los seres más dichosos y afortunados y nuestra libertad no tendría que someterse a ninguna elección.

"Yo soy la Resurrección y la Vida: El que cree en Mí, aunque haya muerto, Vivirá"; y el que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella le contesto: "Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo" (Jn 11, 25-27). Y tú y yo, ¿también lo creemos?

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