miércoles, 24 de septiembre de 2014

ENVIADOS A PROCLAMAR EL REINO DE DIOS Y A CURAR



No está la vida ideada para el disfrute y el gozo personal, pues eso nos llevaría a caer en un egoísmo que traerá malas consecuencias y provocará enfermedades, envidias, estrés, locuras, carreras por disputas y competencias en todos los grados y banalidades. Nadie quiere quedarse por debajo cuando se pone el gozo y la satisfacción como metas y proyectos de vida.

Así, el hombre anda corriendo, enfermo, estresado, depresivo, triste, melancólico, explotado, sometido, esclavizado, encadenado a vicios que le dominan y le destruyen... Son los demonios de nuestra era cuando se busca la felicidad por caminos contrarios a lo que somos y estamos llamados. La paz sólo se encuentra cuando el hombre realmente se encuentra.

Y el hombre se encuentra cuando descubre que su misión es la de descubrir los valores del Reino de Dios y, en la vivencia de los mismos, transmitirlos y entregarlos, sanando y curando las dolencias de los hombres perdidos en el torbellino de un mundo alocado y perdido en el sin sentido y la locura.

No cabe ninguna duda que en la experiencia del darse, del entregarse y del compartir para curar o aliviar las dolencias de los más necesitados y, sobre todo, de los que buscan la verdadera sanación, se esconde el gozo y la felicidad que buscamos por otros caminos equivocados que terminan en el abismo de la locura y la muerte. Un mundo que no reacciona y que teniendo la Verdad se esconde como ciegos sin caminos en la oscuridad de lo absurdo.

Te pedimos Señor que, abriendo nuestros ojos, descubramos el tesoro que se esconde en el esfuerzo de darnos, de compartir y de anunciar que sólo en el encuentro contigo encontraremos lo que realmente buscamos, la felicidad y el gozo eterno. Amén.

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