sábado, 6 de diciembre de 2014

QUIZÁS SEAN POCOS LOS QUE TRABAJAN

(Mt 9,35—10,1.6-8)

Sin lugar a duda, la mies es abundante y los obreros pocos, pero quizás no sea porque sean pocos, valga la redundancia, sino porque pocos son los comprometidos a poner primero los asuntos de Dios y luego los suyos propios, incluso los familiares. 

No hay nada que temer porque teniendo a Dios por centro y motor de mi vida, mi prójimo, entre ellos mi familia, será objetivo de mis cuidados y atenciones. Tener a Dios por prioridad en mi vida, es tener al hombre como prioridad de mis servicios y atenciones. Es poner mi mirada en vivir la Verdad de la Palabra de Jesús en mi relación con el mundo en el que vivo, aterrizando en mis relaciones con los demás.

Sentirme enviado por Jesús es despojarme de mí para darme al otro que sufre, que tiene necesidades y carece de medios. Quizás no sea el dinero lo más importante porque hay muchas otras cosas que dar: una sonrisa, buen humor, paciencia, comprensión, respeto, silencio, justicia, buena intención, evitar murmurar, malas intenciones... y hasta la salud. 

Porque así nos ha enviado Jesús.Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis».

Pidamos al Señor la fe de sabernos enviados con la autoridad que Jesús nos ha dado y, a pesar de nuestras dudas, abandonémonos en su Manos confiados en su Palabra. Amén.

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