martes, 16 de diciembre de 2014

VALE MÁS TU CONCLUSIÓN FINAL QUE LA TOMADA EN EL MOMENTO

(Mt 21,28-32)

La capacidad de madurar, para decidir o elegir es muy importante. Y ella va unida a la de discernimiento. Discernir, es decir, reflexionar es fundamental, porque nuestras decisiones necesitan tiempo al igual que la fruta para llegar a la madurez. No, a veces, podemos dar una respuesta rápida si esa no ha sido reflexionada. O corremos el riesgo de equivocarnos con muchas probalidades si la tomamos a la ligera o muy rápidamente.

Eso parece que sucedió en la parábola que Jesús dirige hoy a los sumos sacerdotes. El primero de los hijos decidió rápido y se negó a obedecer al padre. Luego, reflexionada la respuesta, se arrepintió y cumplió la orden del padre. Todo lo contrario ocurrió con el segundo hijo, asintió a obedecer al padre, pero luego no hizo el menor caso y no cumplió la orden del padre.

A la luz de la razón observamos que es el primer hijo quien obedece y hace la voluntad del padre. Y así se afirma en este pasaje evangélico. Y Jesús concluye: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».

Sobran palabras, pues queda bien explicito que no cumple la voluntad del Padre sólo la palabra, si no va acompañada del hecho. Aprovechamos para pedir al Espíritu Santo que nuestras palabras hechas en verdad y justicia estén siempre apoyadas en los hechos de la vida. Amén.

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