sábado, 17 de enero de 2015

SÓLO EL ENFERMO BUSCA MÉDICO

(Mc 2,13-17)

No rehúyes, Señor, compartir con los que se acercan a tu lado o a tu mesa. Llamas incluso a aquellos que están manchados públicamente, como es el caso de Leví, el de Alfeo, recaudador de impuestos y mal mirado por sus contemporáneos. Compartes con él su misma comida y en su misma casa, y también con muchos de sus amigos y gente que te seguía con mala reputación.

No escapas a los legalistas y cumplidores celosos de la ley, escribas y fariseos, que desatan su lengua y te acusan de comer con recaudadores y pecadores que viven fuera de la ley. Ley que ellos adoran y a la que se someten por encima de todo, incluso del hombre. Del hombre que Tú, Señor, has venido a salvar. Ley que ellos no se aplican con la misma media que lo hacen con los demás, a los que consideran inferiores y le aplican la ley de forma rigurosa e implacable.

Somos pecadores que nos sometemos a la ley, e incluso la ponemos por encima del hombre, pero la aplicamos de forma desigual a todos los hombres. Mientras unos son juzgados rigurosamente, otros reciben la mirada de una ley más tolerante. Aplicamos una ley excluyente para unos, e integradora, comprensiva y flexible para otros. Una ley partidista e interesada que no corresponde sólo a aquellos tiempos, sino que se vive actualmente en nuestros tiempos.

Jesús descubre esa falsa hipocresía y proclama la necesidad de perdón que tienen los pecadores. Porque sólo los que descubren sus enfermedades necesitan de médico, y es precisamente para eso para lo que ha venido Jesús.

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