miércoles, 18 de febrero de 2015

LA PERPETUA TENTACIÓN

(Mt 6,1-6.16-18)

Nos cuesta mucho esconder nuestras buenas obras. Ya vimos que el ciego y el leproso no le hicieron caso a Jesús. No pudieron con la emoción y alegría de saltar de júbilo y comunicarlo a los cuatro vientos.

Y hoy, Jesús, nos dice que escondamos lo que hacemos con la derecha para que no se entere la izquierda. ¿Cómo podemos entonces dar testimonio y proclamar el Evangelio? Jesús mismo tuvo que hacer milagros para demostrar su Mesianidad, y muchos no le creyeron. Parece una contradicción.

Sin embargo, no lo es. Lo que Jesús nos dice es que pongamos nuestro actuar y servicio de forma incondicional, sin esperar elogios, recompensas ni agradecimientos. Hemos hecho lo que debemos, de forma gratuita, incondicional y sin esperar nada a cambio. Hecho por amor en correspondencia al Amor de nuestro Señor Jesús.

No se trata de escondernos, sino de no vanagloriarnos; no se trata de sacar la cabeza y creernos mejores y más capacitados de otros, sino administradores de los dones que Dios, nuestro Padre, nos ha dado y ponerlos al servicio de los demás. En esa actitud no esperamos recompensa, porque ya es una recompensa formar parte de la familia de Dios y ser querido por Él.

Pero nuestra vanidad es grande, y siempre estamos tentados a lucir nuestros éxitos y obras que puedan deslumbrar a los demás. Por eso, te pedimos, Padre, perdón y fuerza para mejorar en nuestra actitud humilde.

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